Más que una huelga, Cataluña vivió este martes una multitudinaria fiesta en la calle ya que la actividad económica propiamente dicha estuvo a medio gas. El llamado por los sindicatos paro general —paro de país para los independentistas— se desmarcó de una protesta laboral o cualquier cosa parecida con varias manifestaciones masivas que discurrían por Barcelona y las principales ciudades catalanas. Su espíritu se quedó a medio camino entre un 11 de septiembre y el movimiento del 15M.
“No hacemos huelga, resistimos”, reivindicaban los estudiantes que a lo largo de la mañana se desplazaron por todo el centro de Barcelona hasta llegar a las puertas del Parlament. Allí, con los Bomberos al frente, proclamaron que pensaban “defender” la Cámara catalana y que pedirían la “proclamación de la república catalana”.
Protestas simultáneas e improvisadas
Los jóvenes fueron mayoría en las protestas que se organizaron de forma simultánea y casi improvisada. Las convocadas por la llamada Mesa de la Democracia, una organización donde tienen presencia CCOO y UGT de Cataluña, USOC, las patronales Pimec y Cecot, asociaciones de vecinos y ANC y Òmnium Cultural, empezaron a las 11 de la mañana ante el instituto Ramon Llull. Allí tuvo lugar una de las cargas policiales del 1-O.
Una estación de metro de Barcelona, cerrada el 3-O / EFE
Un acto institucional en el que estuvieron presentes el vicepresidente de la Generalitat, Oriol Junqueras, y la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. Se rechazó la violencia, uno de los lemas del paro general, aunque los independentistas también la convocaron a favor de la “democracia y libertad”.
Impulso de la Generalitat
El Govern fue una pieza clave para que la fiesta en la calle fuera masiva. Cerró los centros públicos y dictó los servicios más mínimos que se recuerdan, por ejemplo, en una huelga de transporte público en los últimos años. Anunció que los paros serían retribuidos, aunque a última hora de la tarde el Ministerio de Hacienda y la Función Pública, que controla las cuentas catalanas, afirmó que sí descontaría de la nómina el día de paro.
No hacerlo incurriría en una malversación de caudales públicos, indican las fuentes jurídicas consultadas. Señalaron que el Código Penal persigue el gasto del dinero público en algo indebido, y si un funcionario no trabaja no puede cobrar ese día. El interventor o el director de las agencias o empresas de la Generalitat tendría un problema incluso ante una denuncia de un particular, añadieron.
El Bar Espanya, en Barcelona, ha dejado de servir bocadillos este 3 de octubre / EFE
El camino intermedio sería suprimir uno de los festivos que aún tuvieran los trabajadores públicos. Algunas voces favorables al procés ya abren las puertas a que el 12 de octubre, fiesta de la Hispanidad, sea laborable.
Las fábricas funcionan con normalidad
En el sector privado el seguimiento fue desigual. La inmensa mayoría de fábricas de Cataluña funcionó con relativa normalidad. Sus responsables indicaron que es muy complejo frenar la producción en tan sólo 48 horas, el tiempo que tuvieron desde que la Mesa de la Democracia improvisó el paro general. Hasta ese momento, nadie pensaba que la huelga convocada por los sindicatos minoritarios tuviera éxito.
Sólo se alteró el calendario productivo por problemas en los suministros. Así ocurrió en Seat, donde el cierre al tráfico de algunas carreteras catalanas propicio que no llegaran unas piezas a los talleres de Martorell (Barcelona). Se tuvo que parar la línea 1, donde se ensambla el modelo Ibiza.
Un establecimiento de restauración abierto en Barcelona durante la jornada de paro general / CG
Los empleados de la industria catalana canalizaron la petición de reivindicación de los sindicatos mayoritarios en concentraciones ante las puertas. Los que sí decidieron sumarse a la protesta optaron por doblar turnos en los próximos días y en muchos pequeños talleres se trabajó con la persiana bajada.
Seguimiento en el sector privado
En cuanto a los servicios y otras actividades privadas, el seguimiento dependió tanto del sector de la actividad como de las posiciones políticas de los ejecutivos que están al frente. Entre los profesionales liberales y las empresas no necesitan atención las 24 horas del día, se impusieron los permisos retribuidos y el teletrabajo. Hecho que también propició una mayor sensación de paro general, según fuentes empresariales.
El gran comercio pasó de la huelga excepto grandes superficies lideradas por empresarios favorables al procés, como Bon Preu o Casa Ametller. Entre los pequeños propietarios el seguimiento fue irregular. Explicaban a sus clientes habituales su decisión tanto por cuestiones políticas como muestra de solidaridad y rechazo a las cargas policiales del día del referéndum.
En general, los bares y restaurantes operaron con normalidad, especialmente en los barrios. Solo sufrieron algún desajuste por el cierre de Mercabarna, que obligó a replantear la compra de suministros de la semana. Las entidades financieras en Cataluña operaron con normalidad.
El polígono alimentario Mercabarna despertó el 3-O prácticamente desierto, dado que las 770 empresas de la Asociación de Concesionarios de Mercabarna (Assocome) que operan en él secundaron el paro general / EFE
La actividad de los piquetes fue muy limitada. Se centró de forma casi exclusiva en las grandes superficies como El Corte Inglés y tiendas emblemáticas, como la de Apple, en el centro de Barcelona. Los establecimientos abrieron las puertas con normalidad tras su paso.