Todavía era noche cerrada en el barrio de Gràcia. “Estamos aquí para garantizar la seguridad”, explicó un agente de los Mossos d’Esquadra al responsable de la Escola Reina Violant, seleccionada como lugar de votación del referéndum. Los vítores y los aplausos rompieron el silencio nocturno. “Sois nuestra policía”, exclamó uno de los voluntarios encargados de custodiar el colegio. Una frase inimaginable hace unos meses, cuando este cuerpo policial era considerado como el enemigo de los movimientos okupas y alternativos afincados en Gràcia.
La renuncia de los Mossos a precintar este centro, así como la Escola Vedruna o el Espai Jove La Fontana de Gràcia, situados a escasos metros, ha convertido en héroes a los agentes de un cuerpo policial tradicionalmente enfrentado al barrio más antisistema de Barcelona.
Para ser justos, hay que precisar que las callejuelas de Gràcia se habrían convertido en una ratonera en caso de intervención policial. Que los Mossos renunciaran a cerrar estos locales, algo que sí hizo en más de un centenar de casos, reconcilió, quizá transitoriamente, a la policía autonómica con los vecinos del barrio. Influyó, no cabe duda, la agresividad con la que actuaron los efectivos de la Guardia Civil y la Policía Nacional en el desalojo, incautación de urnas y precinto de colegios. Pero no deja de ser chocante esa imagen de compadreo, de complicidad entre las patrullas de Mossos que se limitaron a levantar acta de la apertura de escuelas para votar el referéndum.
Vecinos de Gràcia esperando votar en el Espai Jove La Fontana / CG
Unas escuelas que, durante toda la noche, fueron custodiadas por vecinos dispuestos a impedir la entrada de la policía. Durmieron en tiendas de campaña, se calentaron con chocolate caliente y, a eso de las seis de la mañana, se prepararon para una resistencia pacífica que nunca tuvieron que emplear. La masiva presencia de votantes provocó fallos informáticos y peticiones de activar el modo avión en los móviles por parte de los organizadores.
Finalmente se votó. Los ancianos primero. Y después decenas de personas que soportaron la lluvia y largas horas de espera.