El presidente de Cataluña, Carles Puigdemont, heredó un gobierno hecho a la medida de Artur Mas. Año y medio después, coincidiendo con el plazo que se había dado el Govern para lograr la independencia, el exalcalde de Girona ha dado un golpe de timón para blindar el referéndum y contentar a ERC, pero también avanza en la renovación de un partido todavía presidido por el tándem formado por Artur Mas-Neus Munté.
La destitución de la consejera de Presidencia, Neus Munté, visualiza la caída de una de las principales dirigentes del PDeCAT, pero la entrada de Jordi Turull en el Govern supone poner en el foco de las inhabilitaciones judiciales a quien estaba llamado a ser coordinador del partido.
Germà Gordó, hoy diputado no adscrito por su implicación en el caso del 3%, pidió su cabeza a cambio de no presentar candidatura alternativa en el congreso de refundación de julio. Una refundación cerrada en falso, pues Marta Pascal, coordinadora del PDeCAT, no ha logrado consolidar su liderazgo durante estos 18 meses. Hasta ahora. Porque, con la incorporación de Turull al Govern, Pascal tiene vía libre para tener más visibilidad en el grupo parlamentario de Junts pel Sí.
Pascal ha negociado con Puigdemont esta nueva crisis de gobierno, a diferencia de lo que sucedió con la destitución de Jordi Baiget, que se hizo a espaldas de la coordinadora del PDeCAT.
A largo plazo, los cambios en el Ejecutivo catalán podrían facilitar un tránsito del PDeCAT hacia posiciones “autonomistas” si el procés, como todo parece indicar, fracasa, pues serían los dirigentes más independentistas los que resultarían damnificados. ¿Operación Santi Vila? Nadie descarta que este liberal pragmático esté llamado a otros altos cometidos.