El juicio por la organización de la consulta del 9N ha dado el pistoletazo de salida a la precampaña de unas elecciones catalanas previstas para este otoño y que podrían anteponerse a un referéndum cada vez más improbable. Ha sido precisamente esta vista oral, que ayer quedó vista para sentencia, la que ha demostrado lo difícil que es convocar una consulta sobre la independencia de Cataluña al margen de la ley, por lo que la hipótesis de unas elecciones “constituyentes” cobra fuerza.
De ahí que el expresidente Artur Mas haya utilizado este “juicio del siglo”, según analistas de la órbita soberanista, como plataforma de su lanzamiento como candidato. La jugada no le ha salido bien del todo, pues su defensa, basada en negar la desobediencia, ha defraudado a los sectores más duros de su partido --intentó rectificar con un alegato populista al final del juicio-- y permite a la CUP marcar perfil rupturista.
Las esencias independentistas
No solo los cupaires están sacando pecho de sus esencias independentistas. También ERC lo hará. El partido de Oriol Junqueras juega con ventaja, no solo en las encuestas de intención de voto, sino por su historial intachable en materia de corrupción. Los próximos meses, PDECat tendrá que afrontar el juicio por el expolio del Palau de la Música a través de la financiación irregular de la vieja CDC. Asimismo, se producirán avances en las investigaciones sobre los casos Pujol y 3%. Pero, en clave estrictamente política, lo que temen los convergentes es la resolución de la investigación contra la presidenta del Parlamento catalán, Carme Forcadell, exconcejal de ERC y expresidenta de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), por haber permitido la aprobación de los trabajos sobre el proceso secesionista. Los convergentes temen que Forcadell, ella sí, haga gestos de desobediencia. La comparación con la actitud de Mas en el juicio del 9N será inevitable.
El tiempo dirá si una hipotética inhabilitación de Artur Mas le permite subir enteros en los sectores secesionistas. En caso de condena, el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña deberá decidir si ejecuta la sentencia o la deja en suspenso a la espera del previsible recurso ante el Tribunal Supremo. Es decir, que la firmeza del fallo y la supuesta “muerte política” que, según las defensas de Mas, Joana Ortega e Irene Rigau, busca el Gobierno español, puede tardar años.
Ada Colau marca el paso
De la fatiga que el procés está generando en la ciudadanía --lo dicen los propios sondeos de la Generalitat-- podría beneficiarse la órbita podemita, actualmente representada por CSQP y que está llamada a convertirse en una confluencia de izquierdas pilotada en la sombra por la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. Esta izquierda está jugando a la equidistancia respecto al referéndum. E incluso ha llegado a marcarle el paso al presidente Carles Puigdemont dando prioridad al diálogo y a una consulta pactada. El intento de pescar en el banco de votos de ERC y la CUP es evidente.
Por su parte, PSC, PP y Ciudadanos pugnan por ocupar una centralidad catalana que hace años que está huérfana. Los socialistas catalanes y la formación naranja se disputan el liderazgo de ese catalanismo moderado, mientras que los populares deben previamente someterse a un proceso de renovación en plena pugna entre los sectores duros y moderados del partido.