La mayor demostración de patriotismo catalán es coger un tren de la red de Cercanías –los retrasos son objeto de la persistente queja secesionista-- y desplazarse desde Mataró hasta Barcelona para arropar a Carme Forcadell. Este es el caso de un matrimonio jubilado que, haciendo frente al frío y los empujones, ha acudido a la concentración convocada para apoyar a la presidenta del Parlamento catalán. La edad de esta pareja defensora de la causa “indepe” es común a la de la mayoría de los asistentes. Y como lo cortés no quita lo valiente, minutos después de que Forcadell entrara en la sede judicial, tras su paseíllo triunfal desde la Cámara catalana, los bares situados junto al Tribunal Superior de Justicia de Cataluña se llenaron de entusiastas del procés.
Las gigantes banderas “estelades”, proporcionales en tamaño a la euforia de los manifestantes, llevaban el rostro de “Carme”, “la nostra Carme”, pues así es conocida y llamada la presidenta de la Cámara catalana por los concentrados.
No podía faltar el sonido de la gralla, referente del folklore catalán, el despliegue de medios de TV3 dispuestos a hacer conexiones en directo por encima de sus posibilidades y los Mossos d’Esquadra vigilando que los concentrados no se desmandaran. Aunque el máximo atrevimiento de estos pacíficos simpatizantes separatistas era subirse a las farolas del paseo Lluís Companys para hacer una foto a “Carme”, Artur Mas, Oriol Junqueras o quien sea. O gastar el dinero de la jubilación en una especie de top manta de marketing independentista instalado ante las puertas del Palacio de Justicia. ¿Se percató de ello la policía?