Si la Universidad de Barcelona ha permanecido inmune al fragor independentista es gracias a Dídac Ramírez (Barcelona, 1946) . ¿Y cómo lo ha logrado? “Anticipándome a los hechos”. El máximo responsable de la mejor universidad española --así lo acreditan diversos ránkings internacionales--, en conversación con Crónica Global, asegura que no echará de menos el rectorado, que ha capitaneado durante ocho años. Reconoce que también en la vida académica hay luchas intestinas, pero su condición de hombre educado y culto le impide hablar mal de nadie. Dialogar es su lema. Es decir, las terceras vías.
También en el ámbito de la política, pues como cualquier ciudadano, tiene una opinión de todo lo que está pasando. Admirador de Keynes, se define socialdemócrata. Y huye de los debates nominalistas. “Yo no soy independentista. Usted y yo podemos tener un concepto diferente de lo que es nación. Pero estamos hablando, que es lo que deberían hacer los políticos. Yo puedo decir que Cataluña es una nación, pero también lo es Andalucía, a la que siempre llevo conmigo por mis orígenes familiares”.
Del Grupo Koiné a Mendoza
Algo efectiva debe ser esa tercera vía cuando, durante su mandato, el Paraninfo de la UB acogió un acto a favor del bilingüismo de Sociedad Civil Catalana (SCC), en el que intervino el escritor Eduardo Mendoza, pero también la presentación de un manifiesto del Grupo Koiné a favor del catalán como única lengua oficial. “En ambos casos, apenas hubo críticas hacia la universidad, cuya obligación es recoger la variedad que hay en la sociedad”.
Dídac Ramírez afirma que “es posible la convivencia armónica de los pueblos de España. Así lo expresé en mi discurso de inicio del curso académico. Pero cada uno entendió lo que quiso entender. Cuando dije que la universidad se debía mantener fiel a las instituciones catalanas en el ejercicio de su autonomía, los independentistas entendieron equivocadamente que me refería a ellos y aplaudieron. Pero no les gustó que invocara el espíritu de Pere Bosch i Gimpera (consejero de Justicia de la Generalitat durante el Gobierno de Lluís Companys), que en 1937 inauguró el curso de la Universidad de Valencia apelando a la razón, el diálogo y el acuerdo”. En ese acto estuvo presente el presidente catalán Carles Puigdemont, que fue abucheado por los recortes en los centros.
Ramírez insiste en que “el Gobierno español y la Generalitat tienen que sentarse a hablar. En igualdad de condiciones”. Conoce a Artur Mas desde hace años y considera que se equivocó con su deriva independentista. Como también se equivocó el PP, dice “al recoger firmas contra un Estatuto catalán”.
Acaba de firmar un acuerdo de colaboración con la Universidad Complutense de Madrid y tres universidades iberoamericanas --Buenos Aires, São Paulo y México--, lo que demuestra, sonríe, que “entre Madrid y Barcelona nos entendemos”.
El rector de la UB es un firme defensor de la profesionalización de la política, esto es, “de la creación de un colegio profesional y un código deontológico. Sé que pocos opinan como yo, pero si otros colectivos con menos responsabilidad social lo tienen, por qué no los políticos”. Su solución al problema de los políticos corruptos es tan simple como demoledora: “Que los ciudadanos no les voten”.
Ramírez afirma que, una vez se jubile, tiene previsto hacer muchas cosas, pero la más importante es “no hacer nada”. Difícil para una persona con su historial. Estudió Filosofía y Ciencias de la Educación en la UB, donde se doctoró en Ciencias Económicas y Empresariales, y en Filosofía y Ciencias de la Educación. Profesor de economía, se convirtió en catedrático en 1990. En 2008 fue elegido rector de la Universidad de Barcelona, cargo que renovó en 2012.