Sonó a despedida. Artur Mas ha reconocido que ya pertenece a la vieja guardia de CDC y que queda muy lejos aquel 2001 en que, contra todo pronóstico, fue elegido delfín de Jordi Pujol. “Yo tampoco tenía experiencia”, ha dicho en su comparecencia ante los medios para explicar su postura ante el congreso de CDC que comienza este viernes.
Las palabras de Mas sonaron también a réplica a Josep Rull, representante de un sector socialdemócrata de Convergència, que está resultando más poderoso de lo previsto.
Preferencia por Munté
Rull ha exigido que al frente del nuevo partido haya personas con experiencia y que no todo quede en manos de una renovación que, para Mas, pasa por Neus Munté --afín al consejero catalán de Territorio-- o por Marta Pascal, la apuesta personal de Mas. Pero el expresidente de la Generalitat ha puesto de manifiesto la necesidad de entregar el timón a nuevas caras.
Él pilotará esa transición, consciente de que el atribulado proceso secesionista, los casos de corrupción y la debacle electoral le han convertido en un líder amortizado. Poco queda del núcleo duro que le aupó a la presidencia del Gobierno catalán y resistirse a los nuevos tiempos, inciertos por otro lado para un partido que ahora se define como centrista y soberanista, resulta absurdo.
Ni Francesc Homs, ni Lluís Coromines ni Francesc Sánchez estarán en la nueva ejecutiva de CDC, algo que denota la progresiva disolución de la guardia pretoriana de Mas. "Yo podría haber optado por ser omnipresente en la nueva Convergència, pero no lo seré", ha dicho, en un último arranque de ego.