Hace una semana que los británicos votaron en referéndum abandonar la Unión Europea. Frenar la inmigración fue uno de los principales argumentos de la campaña a favor del Brexit. La UE garantiza la libertad de movimiento a todos sus ciudadanos, por lo que cualquier comunitario puede vivir y trabajar en otro Estado miembro, una situación con la que muchos británicos no se sienten cómodos.
“La inmigración es percibida como un fenómeno negativo”, explica Óscar Molina, profesor de sociología de la Universitat Autònoma de Barcelona. ¿Por qué? El miedo a que compitan por los recursos de empleo y bienestar con los nacionales es el motivo más extendido. El origen de estas ideas es histórico, propio de un modelo liberal más fuerte que en otros países europeos, asegura Molina.
Lo que cuenta es la capacidad del individuo, y el Estado juega un papel residual. Los que defienden estos valores ven a los inmigrantes como una amenaza; es el primero los de aquí. Pero no es un fenómeno aislado en Europa, y el auge de partidos de extrema derecha en varios países lo demuestra. Pero en el Reino Unido ha coincidido con el arrastre de una relación tormentosa con la UE desde sus inicios.
La paradoja del mercado laboral
El temor a perder puestos de trabajo frente a los recién llegados se ha generalizado. Sin embargo, “necesitan a los inmigrantes para cubrir algunos empleos que requieren menor cualificación” que los británicos no quieren desempeñar, según Molina. También es el caso de Alemania, donde el catedrático de sociología y trabajo de la misma universidad Antonio Martín asegura que se precisa de un millón de trabajadores con estas características.
Los polacos son una de las comunidades con más peso en el Reino Unido e Irlanda. La mayoría de los que llegan, tienen estudios universitarios. Aunque al principio no se dedican a empleos adecuados a su nivel, la posibilidad de que en un futuro puedan hacerlo incomoda a los locales, asegura Molina.
Precisamente algunos polacos que viven en ciudades británicas han sido objetivo de grupos violentos estos últimos días. El embajador de Polonia en Londres mostró el lunes su conmoción ante estos “abusos xenófobos” producidos después del referéndum.
¿Una cuestión de clases?
La clase media europea tiende al individualismo mientras que la clase trabajadora es más solidaria, pero solo con los nacionales. Esto es lo que defiende un estudio que han elaborado Molina y Martín junto con la también profesora de sociología de la UAB Pilar Carrasquer.
“La clase alta está más por la lógica de internacionalización y globalización, y tendrían que darse cuenta de que el problema es la cohesión social”, asegura Martín. “Hasta que no estalla un conflicto, no hay conciencia de que algo va mal, y ahora ha estallado”, añade.
Crisis política
Todo esto tiene consecuencias políticas. Por una parte, se hace más difícil formar alianzas interclasistas. Por la otra, la extrema derecha y los nacionalismos ganan cada vez más fuerza. España es un ejemplo del primer caso, tal y como defienden los docentes. Por primera vez en la historia de la democracia se han repetido unas elecciones ante la incapacidad de los partidos políticos de llegar a un acuerdo.
En países como Polonia y Hungría triunfan los nacionalismos antiinmigrantes, pese a recibir, en estos dos casos, muy pocos. En Dinamarca gobierna una coalición de derechas que aprobó en enero confiscar bienes a los refugiados que llegaran. “Los países nórdicos tienen un modelo del Estado de bienestar muy desarrollado; allí, el miedo está en perderlo a costa de los inmigrantes”, afirma Molina.
El incremento de este individualismo ha influido en la decisión de los británicos y es generalizado en el resto de la UE. Pese a los avisos de algunos líderes europeos de extrema derecha, Molina no cree que la tendencia siga al alza ni que se produzca el temido efecto dominó.