Este domingo 36,5 millones de ciudadanos están llamados a participar en las segundas elecciones generales en seis meses. Se trata de una situación inédita desde la recuperación de la democracia. Los partidos políticos han sido incapaces de formar gobierno con los resultados obtenidos el 20D y ahora tienen una nueva oportunidad, mientras crece la presión ciudadana para que lleguen a acuerdos.
Pero no lo tendrán fácil. Las encuestas no apuntan grandes cambios respecto a la última cita electoral. Los sondeos auguran una nueva victoria del PP (logró 123 escaños en diciembre, 63 menos que en 2011) pero lejos de la mayoría absoluta, que se sitúa en 176 diputados.
La incógnita del 'sorpasso'
El principal foco de atención se sitúa en el otro frente ideológico. PSOE y Unidos Podemos se disputan la hegemonía de la izquierda. Los socialistas obtuvieron 90 escaños en diciembre --el peor resultado de su historia--, mientras que Podemos y sus confluencias se estrenaron en el Congreso con 69 diputados. Ahora se presentan en coalición con IU y aspiran a superar al PSOE (el denominado sorpasso).
Ciudadanos, por su parte, tiene como referencia los 40 asientos que cosecharon hace seis meses, y los sondeos señalan que repetirán unas cifras similares.
Obligados a pactar
Ante este escenario, las opciones que se abren son muy similares a las que ya había sobre la mesa: una gran coalición de PP y PSOE encabezada por los populares (y tal vez con la participación de C’s); un gobierno de PP y C’s; un acuerdo PSOE-C’s, o un gobierno de PSOE y Unidos Podemos. La abstención para permitir al adversario gobernar es una opción que tal vez coja fuerza en las negociaciones que se pongan en marcha el lunes. Unas negociaciones en las que Mariano Rajoy y Pedro Sánchez se juegan su supervivencia política.
Salvo que los populares y el partido de Albert Rivera sumen una mayoría suficiente --que no prevén las encuestas--, el PSOE volverá a tener la llave para decantar la balanza a uno u otro lado. La novedad que podría trastocar todas las apuestas sería el citado sorpasso de la formación de Pablo Iglesias al PSOE, una coyuntura que dejaría a los socialistas en una situación muy complicada.
Además, con unos resultados previsiblemente muy ajustados, los partidos nacionalistas e independentistas catalanes, vascos y canarios podrían ser decisivos.
Los indecisos y la participación
Una de las claves que podría modificar las previsiones son los indecisos. En el ecuador de la campaña, los estudios demoscópicos cuantificaban en torno al 30% de los electores los que aún no tenían decidido el sentido de su voto.
También será determinante la participación. El 20D votó el 73,20% del censo, frente al 68,94 de 2011. Aquellos partidos que no logren movilizar a sus votantes sufrirán un revés inesperado.
En ese sentido, hay que tener en cuenta que el voto anticipado se ha disparado. Más de 1,3 millones de electores han votado por correo, lo que supone un incremento del 86,5% respecto a las elecciones de diciembre.
El 'Brexit' y las grabaciones a Fernández Díaz
Otro de los aspectos que podría alterar los resultados respecto al 20D son los casos de corrupción que han salpicado al PP en los últimos meses o la dimisión del ministro José Manuel Soria por su implicación en los papeles de Panamá.
Asimismo, la campaña electoral ha finalizado con dos sobresaltos imprevistos. Por una parte, la publicación de las conversaciones grabadas al ministro del Interior en funciones, Jorge Fernández Díaz, y al director de la Oficina Antifraude de Cataluña (OAC), Daniel de Alfonso. Y, por otra, el terremoto del Brexit. Sin embargo, los principales analistas políticos no se ponen de acuerdo sobre cuál puede ser su influencia en el resultado del 26J.
En lo que sí parece coincidir la mayoría de la opinión pública es en que, pase lo que pase este domingo, los partidos tendrán un mandato ineludible para formar gobierno. Abocar a la población a unas terceras elecciones por no llegar a acuerdos no parece un escenario deseable por nadie.