El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, en los pasillos del Parlamento catalán / EFE

El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, en los pasillos del Parlamento catalán / EFE

Política

Cataluña ingobernable

El fiasco del proceso secesionista aboca a un nuevo adelanto electoral, el tercero en cuatro años, y allana el terreno de una alianza de izquierdas entre ERC, CUP y Podemos

8 junio, 2016 23:15

Hace semanas que en los despachos del Palau de la Generalitat se hablaba de adelanto electoral. Los rumores tenían fundamento. La decisión de Carles Puigdemont de someterse a una cuestión de confianza en septiembre, propiciada por el veto de la CUP a los presupuestos de la Generalitat, ha demostrado que esta legislatura estaba condenada al fracaso, aunque para CDC y ERC, que gobiernan en coalición, resulte difícil asumir el fiasco de un mandato al servicio de la independencia y de los antisistema.

La nueva legislatura había levantado demasiadas expectativas y la prueba a la que se someterá el presidente catalán después del verano es la última bala que tiene en la recámara el secesionismo catalán antes de un inevitable adelanto electoral. Un adelanto que se suma a los que tuvieron lugar en 2012 y 2015. Es decir, cuatro comicios en cuatro años, que coinciden con el directorio independentista impuesto por Artur Mas, y que han conviertido Cataluña en una comunidad ingobernable.

Resulta irónico que quienes han criticado tan severamente las dificultades de los partidos españoles para formar Gobierno sean ahora incapaces de garantizar la estabilidad del Ejecutivo catalán.

Doble reunión parlamentaria

Todos los partidos han tomado nota de ello y ya mueven ficha. Durante la sesión plenaria celebrada ayer en el Parlamento catalán, donde se solemnizó el veto de la CUP a las cuentas catalanas, los miembros de Junts pel Sí se reunieron dos veces para consensuar posturas.

Se oyeron aplausos que, según se supo después, eran de ánimo hacia Puigdemont, quien se ha visto obligado a asumir un triste papel: el de marioneta de Convergència, formación que ha caído en barrena en ese desquiciado ciclo electoral catalán y que se agarró a ERC a modo de salvavidas.

Pero los republicanos ya tienen la vista puesta en otra posible coalición o confluencia, la de una izquierda soberanista en la que participaría también la CUP y la órbita catalana de Podemos, de la que forma parte Catalunya Sí Que Es Pot. Si el partido de Pablo Iglesias vuelve a arrasar en Cataluña en las elecciones del 26J, como hizo el 20D, los movimientos a ese lado del espectro ideológico en Cataluña serán notables. Los guiños del vicepresidente económico Oriol Junqueras hacia las políticas sociales y fiscales que defiende la izquierda durante la preparación de los fallidos presupuestos han sido muy visibles, aunque ello le ha costado más de un disgusto con CDC.

En el plenario celebrado ayer también se ha asistido a la mano tendida de PSC a Junts pel Sí para aguantar el resto de legislatura --fijada en 18 meses, aunque tras los últimos acontecimientos, ya todo es relativo--, siempre y cuando se renuncie a la ruptura con España. Los socialistas tampoco pasan por un buen momento y, a la espera de lo que suceda en los comicios generales, es posible que CDC vuelva a explorar la vía de la sociovergencia para ocupar el espacio de centralidad que se disputa con Ciudadanos.

Ni al partido naranja ni al PP se les hubiera pasado por la imaginación que sería tan fácil ejercer la oposición en Cataluña. Las peleas entre CDC y ERC, que llevan dos velocidades en materia secesionista, han bloqueado la acción de un Gobierno en el que desde el primer momento ha reinado la descoordinación entre consejerías, convertidas en reinos de taifas. "No hay Artur Mas que arregle esto", comentaba ayer un diputado etiquetado como "unionista". ¿Volverá?