¿Por qué ahora? Mariano Rajoy ha aceptado la petición de reunión de Carles Puigdemont, tres meses después de que éste tomara posesión como presidente de la Generalitat. Tras el rechazo inicial a celebrar ese encuentro, parece que les ha entrado la prisa a ambos dirigentes, y la entrevista tendrá lugar este miércoles en Moncloa.
No es anecdótico que esta cumbre entre líderes condenados al desencuentro se celebre esta semana. Mientras el popular, acorralado por los casos de corrupción de su partido, busca cargarse de argumentos preelectorales basados en la unidad de España y la estabilidad, el dirigente independentista utilizará el portazo de Rajoy para intentar convencer a ERC y CUP de la necesidad de un frente común si se celebran nuevos comicios a nivel español.
Cien días de gobierno
Puigdemont celebra esta semana sus cien días de gobierno. Sin presupuestos, sin avances en la hoja de ruta secesionista y sin un socio de legislatura que dé estabilidad a su mandato --la CUP no se fía de las promesas separatistas de JxSí y rechaza su política social--, el presidente de la Generalitat hará hoy balance de tres meses vacíos de contenido, según denuncian los partidos de la oposición. Su gobierno es provisional --tal y como confiesa a otros dirigentes, quiere limitarse a cumplir los 18 meses que le encomendó Artur Mas-- e instrumental --el único objetivo es sentar las bases de la futura independencia de Cataluña--.
Pero la inacción del Ejecutivo es demasiado evidente. De ahí que, más allá de la corrección institucional que implica reunirse con el presidente español en funciones, Puigdemont va a Madrid con una propuesta de ruptura bajo el brazo, solo eludible mediante un referéndum, que será rechazada. De esta forma, el president podrá volver a su Palau con nueva munición para reclamar un frente secesionista formado por CDC, ERC y CUP si se convocan nuevas elecciones generales.
De momento, ni republicanos ni antisistema --que no se presentaron en la convocatoria del 20D-- están por la labor de salvar a Convergència de un nuevo batacazo en las urnas. O de evitar, vía coalición independentista, que Podemos vuelva a arrasar en Cataluña.
Marcar distancias
Todo apunta a una reedición de aquel fallido encuentro de junio de 2014 entre Artur Mas y Mariano Rajoy, escenificado con una rueda de prensa en la delegación del Govern en Madrid --y no en Moncloa-- para marcar distancias y denunciar la falta de sintonía entre ambos gobiernos, que nunca más se reunieron.
Por su parte, el líder del PP ha aceptado reunirse con Puigdemont en un momento crítico. Las dimisiones del ministro José Manuel Soria, implicado en los 'Papeles de Panamá', y del alcalde de Granada, José Torres Hurtado, detenido por un caso de corrupción urbanística, unidas a la evasión fiscal de la familia Aznar, han dinamitado la estrategia negociadora de Rajoy. El dirigente popular, decidido a dar la callada por respuesta para que el socialista Pedro Sánchez se cociera en sus pactos de investidura, ya no es dueño de sus silencios, que suenan a encubrimiento. Por ello, el popular ha optado por el recurso fácil, es decir, el conflicto catalán.
Precampaña
La entrevista con Carles Puigdemont le permite desviar la atención, aunque sea por unas horas, del espinoso tema de la corrupción para centrarse en su discurso favorito, el de la unidad de España y la estabilidad, en contraposición a las propuestas de referéndum de Podemos y los coqueteos del líder socialista con esa izquierda "radical".
El discurso de Rajoy, precedido de un inquietante inmovilismo negociador, suena ya a precampaña. Según las encuestas, es posible que PP y Ciudadanos sumen mayoría. Y es evidente que, respecto al desafío catalán, ambas formaciones tienen mucho en común.