No lleva ni dos semanas al frente de la Generalitat, pero Carles Puigdemont ya ha empezado a recular en su discurso independentista. Ni declaración unilateral de independencia ni ruptura de puentes con el Gobierno español.
El nuevo presidente catalán apuesta por el diálogo, asume que no existe una mayoría suficiente para conseguir el Estado propio y que es posible que 18 meses no sean suficientes para tener a punto las estructuras de Estado. Incluso el republicano Oriol Junqueras, vicepresidente del Ejecutivo de Puigdemont, ha reconocido que va a ser muy difícil disponer de una Hacienda propia. Asimismo, Junts pel Sí ha renunciado a crear una comisión parlamentaria legislativa sobre el proceso constituyente y la ha rebajado a un órgano simplemente de estudio.
En contradicción con la CUP
Todo ello contradice el pacto de Junts pel Sí con la CUP, pero tiene un objetivo: preparar el terreno para un posible acuerdo presupuestario con el PSC.
JxSí no tiene garantizado el apoyo de la CUP a los nuevos Presupuestos de la Generalitat de 2016, pues los antisistema precisan que su apoyo se limita a proyectos relacionados con la ruptura. De hecho, hoy se visualizará en el Parlamento catalán la primera votación en la que la CUP se alineará con la oposición para apoyar la recuperación de la paga extra de los funcionarios de 2012, en contra de la postura de JxSí.
Ante esta situación, el Govern necesita de otros aliados para aprobar la ley más importante de toda legislatura, la de los presupuestos. Y confía en hacerlo con el PSC, previo acuerdo entre PSOE y Podemos a nivel español. Como se sabe, los podemitas proponen un referéndum sobre el futuro de Cataluña, algo que pondría fin al inmovilismo que hasta ahora ha practicado el Gobierno del PP.
“Si no cambian de rumbo, es muy difícil hacer nada en serio con ellos”, explica a Crónica Global el primer secretario del PSC, Miquel Iceta, quien nunca ha cerrado la puerta a este acuerdo.
Lo cierto es que, de momento, el viraje del equipo de Puigdemont es bastante visible, sobre todo si se compara con el discurso bronco utilizado por Artur Mas en la anterior legislatura.