Oficialmente, los consejeros del Govern siempre han cerrado filas en torno a la candidatura de Artur Mas como presidente de la Generalitat. Pero esos consensos no han sido tan graníticos como se podría suponer. Tres meses de agónicas negociaciones con la CUP han abierto fisuras en el equipo de gobierno del líder convergente, no solo por el chantaje que, a juicio de algunos de sus miembros, han tenido que soportar, sino por el bloqueo que ha supuesto blindar la figura de Mas.
Según ha podido saber Crónica Global, consejeros como Santi Vila y Felip Puig han sugerido en reuniones privadas que el líder de CDC debería dar un paso atrás para desbloquear la situación en coherencia con la tesis de que es más importante el proceso secesionista que las personas. Lo contrario, en su opinión, era cometer el mismo pecado que la CUP: obsesionarse con los personalismos.
Sin candidato alternativo
Sin embargo, estas opiniones discordantes chocaban con la dura realidad: la falta de un candidato alternativo. Hasta ahora, ni Oriol Junqueras, ni Neus Munté ni Raül Romeva se han postulado para sustituir a Mas. En Junts pel Sí, coalición ganadora de las elecciones del 27S de la que forman parte CDC y ERC, nunca se debatió la posibilidad de que Mas no fuera candidato.
Ello no ha impedido que en las reuniones del Govern se produjeran momentos de tensión debido a la circulación de estos nombres en las negociaciones. Sobre todo cuando los antisistema elevaban el tono de sus exigencias y buena parte de los consejeros de la Generalitat instaban a su presidente a convocar elecciones y a no sucumbir ante la CUP.
Inversión de futuro
Los motivos de los posibles relevos de Mas han sido diversos. Junqueras se debía, según fuentes próximas a ERC, a su lealtad con el president como inversión de futuro, dado que esa estrategia le permite ahora presentarse como salvador del proceso sin que éste le haya pasado excesiva factura.
La negativa de Munté y Romeva responde a razones diferentes. Las hay personales, pero también es cierto que ninguno de los dos ha querido quemarse en este traumático pulso independentista con la CUP y, a pesar de compartir un perfil de izquierdas más afín a los antisistema, la perspectiva de liderar un gobierno sin posibilidades de futuro --la CUP ya dejó claro en las negociaciones que no se comprometía a apoyar los presupuestos de la Generalitat, la ley más importante de toda legislatura-- convertía el desbloqueo de la investidura en una victoria pírrica.