El moderador saludó a España, Europa y América. Así, metiendo presión a los dos candidatos, como el que no quiere la cosa. Manuel Campo Vidal, Pedro Sánchez y Mariano Rajoy: tres chicos buenos sentados en un plató minimalista.
Se impuso la chaqueta azul, el mismo color que eligió el líder del PP para su corbata. La del socialista era roja, como no podía ser de otra manera. Dicen que si mirabas fijamente la corbata a lunares de Campo Vidal podías ver aquella televisiva carta de ajuste de la transición. Un periodista veterano para arbitrar el cara a cara del bipartidismo de siempre. Un planteamiento poco prometedor.
La mesa nivelaba la estatura de ambos candidatos. Y tapaba sus piernas, que siempre dicen mucho del estado de ánimo de los contrincantes.
Distancias cortas
La televisión anfitriona ofrecía primerísimos primeros planos. Podría presuponerse que, en esas distancias cortas, ganaría el bello Pedro, pero el recurso a la sonrisita nerviosa se notó más. En el caso de Rajoy, media España descubrió que tenía los ojos azules y la otra media, confirmó que se tiñe el pelo.
Los debates en petit comité siempre son más ágiles, pero en este caso, hubo que esperar a la segunda parte para que tomara intensidad. Al socialista le costó arrancar, pero tras los precalentamientos, cogió carrerilla mientras que el popular le escuchaba ojiplático primero --¿será de tanto mirar sus apuntes?-- y respondón después.
Algo faltón
Sánchez frunció el ceño y se puso faltón, mientras que Rajoy apretaba los labios y se hacía el ofendido. Pero había algo de falsete en ese duelo verbal entre rivales, posiblemente porque todo sonaba a sabido. Así de cansinas son las campañas electorales.
Ambos contrincantes exhibieron aplomo, Sánchez se desquitó de su anodino debate a cuatro y Rajoy demostró que no es un líder "plasmado".