Soraya Sáenz de Santamaría se sabe ‘menina’ porque así la llaman quienes especulan con su presencia, cada vez más frecuente en televisión, frente a la ausencia, cada vez más habitual, de Mariano Rajoy. Pero a pesar de su corta estatura, la número dos del Gobierno intentó poner a su altura al resto de los candidatos. Lo hizo vestida de riguroso azul marino, sin concesiones a la estridencia. Solo su “rouge” de labios, acorde con las corbatas rojo pasión de Pedro Sánchez y Albert Rivera, rompió la monotonía estética –que no discursiva, aunque a veces…-.
La camisa blanca utilizada por los líderes del PSOE y de Ciudadanos siempre es una apuesta segura. Entraron pronto en el cuerpo a cuerpo, disputándose ese segundo puesto que le dan las encuestas, mientras que Pablo Iglesias, armado con su boli Bic –excelente forma de entretener las manos ¿mordisquea el tapón?-, contemplaba a sus rivales como si la cosa no fuera con él. Al podemita, piernas abiertas a lo “cow boy”, le abandonó el desodorante y su camisa azul dio fe de ello.
Carteles
Inquietante el balanceo de Rivera, hombre que dice tener los pies en el suelo. Sin llegar a los saltitos que suele dar Artur Mas, al presidente de la formación naranja se le vio nervioso. Enseñar carteles con cifras debería estar prohibido en los debates, pues obliga a la audiencia a decidir entre el audio y el vídeo. Y si encima tiene que tuitear, como hacen los fans de Ciudadanos, el esfuerzo es titánico.
Puestos a exhibir, Pedro Sánchez optó por su eterna sonrisa. Muy maquillado, como todos, acertó con la talla de chaqueta, no así Rivera, embutido en ella. No atinó, sin embargo, en el tono, plano en temas de calado como la corrupción, el yihadismo o el desafío independentista.