La negativa de la CUP a apoyar a Artur Mas en el segundo debate de investidura deja a la Generalitat en una situación de inquietante interinidad, tanto para las aspiraciones independentistas como para la gobernabilidad de Cataluña.
La propuesta del presidente en funciones de la Generalitat no ha convencido a los antisistema. El líder de CDC estaba dispuesto a renunciar a buena parte de las atribuciones presidenciales (quedándose como una suerte de ‘presidente florero’) y delegarlas en tres vicepresidencias encabezadas por Oriol Junqueras --en el área económica--, Raül Romeva --en exteriores-- y Neus Munté --en lo social--. También aceptaba pasar una reválida en diez meses, en forma de moción de confianza. Pero los cupaires han mantenido su promesa de no aceptar a Mas como candidato.
La Generalitat, paralizada
La pregunta que inexorablemente surge es: ¿Y ahora qué? Ahora se pone en marcha la cuenta atrás para alcanzar algún tipo de acuerdo antes del 10 de enero. Será la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, la que decida cuándo convocar un nuevo debate y votación de investidura --o todos los que crea convenientes--. Si no hay pacto para elegir a un nuevo presidente autonómico --para lo que basta con una mayoría simple-- habrá nuevas elecciones en marzo.
Mientras tanto, la Generalitat y el Parlament tienen poco margen de maniobra. El Govern en funciones no puede presentar proyectos de ley --tampoco el de presupuestos-- ni dictar decretos legislativos, y solo puede dedicarse a la gestión ordinaria de los asuntos públicos.
La 'hoja de ruta' independentista, encallada
Todo esto ocurre en un momento de grandes tensiones políticas y de gran inestabilidad --sustancialmente mayor que la que se vivió en Andalucía en la pasada primavera--. Falta poco más de un mes para las elecciones generales; no hay presupuesto de la Generalitat para 2016; la crisis económica y social no se ha superado; y el desafío independentista se encuentra en su punto álgido.
De hecho, este es uno de los principales reproches que Mas ha realizado a la CUP estos días, casi en un tono desesperado. La resolución independentista aprobada el lunes por el Parlament y anulada dos días después por el Tribunal Constitucional era la única ‘hoja de ruta’ que tenía el Ejecutivo autonómico. Ahora solo queda un inmenso vacío.
Durante el debate de este jueves se han podido constatar que los líderes independentistas están descolocados, al evitar tratar la suspensión de la resolución pese a ser una cuestión nuclear en estos momentos.
Nervios en Junts pel Sí
La CUP sigue asegurando que el acuerdo es posible y descarta un adelanto electoral pero, en un documento publicado horas después de su segunda negativa a Mas, insisten en que la presidencia del Govern “tiene que recaer en una opción de consenso, no ligada al ciclo anterior, que abra una etapa no vinculada a los recortes ni a los casos de corrupción”.
Además, subrayan entre sus condiciones la exigencia de tomarse en serio el plan rupturista, acabar con las política económicas neoliberales y elitistas, y actuar contra la corrupción --y que CDC haga un ejercicio de “autocrítica” en este ámbito--. El próximo día 29 la dirección y las bases se reunirán para analizar cómo van las negociaciones.
En Junts pel Sí insisten en que habrá acuerdo porque todavía queda mucho partido, pero sus dirigentes no podían esconder este jueves su preocupación por haber quemado el segundo cartucho. En las próximas semanas se sabrá si el desencuentro es real o solo responde a una estrategia mediática. Mientras tanto, Cataluña seguirá en el limbo institucional.