La candidatura independentista de Junts pel Sí fue ayer la más votada, con un 40% de los votos emitidos. Raül Romeva, Artur Mas y Oriol Junqueras han conseguido el mayor número de escaños del Parlament, pero no una mayoría suficiente para sacar adelante su proyecto independentista. Tras años de discurso reiterado sobre una hipotética mayoría social favorable a las tesis secesionistas, las urnas demostraron lo contrario.
Cataluña, como sociedad, está más dividida que antes de las elecciones y la gobernabilidad futura será más compleja y difícil que hasta la fecha. Es el paisaje que las elecciones dejan para el día después: una insuficiente y pírrica victoria del independentismo y un fracaso contundente de su aventura plebiscitaria. La situación no ha variado en sustancia y el problema de la relación con el resto de España que demanda una parte de la comunidad catalana continúa abierto.
Movilización gigantesca para votar
Cuatro millones de catalanes, casi todo el país con edad para hacerlo, salió a la calle a votar en una jornada que movilizó al 77,46% del censo electoral, cifra sin precedentes en unas elecciones autonómicas. El órdago que planteó el presidente de la Generalitat, Artur Mas, se saldó con una movilización sin precedentes.
Pero Mas, inasequible, regresó al discurso sentimental que permite eludir los fracasos consecutivos cosechados en los proyectos políticos liderados o impulsados por él. “Cataluña ha ganado”, dijo con habitual y mesiánico tono sentimental que parecía dirigida a mantener la ilusión de los suyos y la falsa imagen de ganador de los comicios. En 2012, CDC y ERC sumaban 71 escaños. Ahora sólo dispondrá de 62 representantes.
Mas puede alejarse de una nueva presidencia de la Generalitat. Su estrategia de rodearse de ERC e independientes de la ANC y Òmnium requería vencer con claridad para sostener el pulso político al Gobierno del Estado. Y eso no ha sucedido. La única forma que tiene de repetir en el cargo es que los diputados de la CUP le voten de manera favorable, algo que han dicho por activa y por pasiva que no sucederá y que forzaría unos pactos en otros ámbitos de difícil asunción por muchos de los propios votantes de la candidatura ganadora.
Un tablero al borde del jaque mate
Mas ha perdido la guerra plebiscitaria y debilita aún más su figura política. Pero también sus antiguos socios de Unió han salido esquilmados de la contienda, que tras separarse de Convergència Democràtica de Catalunya los deja fuera del parlamento catalán. Josep Antoni Duran Lleida, su máximo responsable, fue el único que pronunció el verbo dimitir en la noche electoral asumiendo la responsabilidad del fracaso.
Tampoco al PP le ha ido mejor. Cambió de candidato, pero Xavier García-Albiol no ha conseguido remontar con su frescura personal el lastre del partido en Madrid y de la contribución negativa del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y su no política como gran teoría política.
Los ganadores, más o menos
Mejor ha saldado Miquel Iceta la partida. Al PSC se le daba por muerto al inicio de la campaña. Su candidato ha resistido una escisión del ala nacionalista y al final sólo ha perdido cuatro diputados. Al contrario que Catalunya sí que es Pot, a quien se le concedían altas expectativas electorales y al final saldó su participación con una cifra inferior a la que obtuvo ICV en 2012, uno de sus integrantes. Ni la presencia constante de Pablo Iglesias en la campaña ni la emergencia de Podemos han servido a la candidatura encabezada por Lluís Rabell para mejorar.
Los dos grandes triunfadores del 27S en Cataluña son la CUP de Antonio Baños y Ciudadanos, con Inés Arrimadas al frente. La candidatura independentista suma un avance a su representación parlamentaria (con más del 8% de los votos) que le da la llave para abrir cualquier cajón indepedentista e, incluso, poner en aprietos a Mas.