Los turistas no son bienvenidos. La alcaldesa Colau y su equipo de gobierno no muestran el menor recato en sus decisiones y declaraciones sobre el sector. La moratoria hotelera, las expropiaciones de uso de los apartamentos sin licencia, la ocurrencia de limitar el número de cruceros y la deambulación del pasaje por la ciudad son, por el momento, las iniciativas de los podemitas barceloneses. La pérdida de empleos, proyectos e inversiones es el primer eco de unas medidas encaminadas a eliminar el turismo de la capital de Cataluña como si fuera una industria contaminante y peligrosa. No se le puede reprochar a la alcaldesa falta de determinación en ese objetivo ni que no haya utilizado todos los medios a su alcance para que se enteren los touroperadores de Tokio, Berlín y Río de que Barcelona ya no es friendly y su dinero no vale un peso en Guayaquil city.
En materia de comercio, la alcaldesa se maneja con el par de obviedades progres de la proximidad y la sostenibilidad. Ahí no hay un plan premeditado, como en el caso del turismo, sino pura ineptitud. A Ada Colau no le gustan las grandes superficies. Prefiere las tiendas pequeñas y cerradas al mediodía. Y le encantan las gangas del top manta. Un lío. Su colega Gala Pin, concejal de Ciutat Vella, lo llama "economía informal". El rollo de los lateros, manteros, prostitutas y cocteleros ambulantes. Ese es el modelo revolucionario, la solidaridad de boquilla con el mantero y su conversión en trapero.
El empleo sí que es un asunto prioritario para Ada Colau. Lo tiene claro. No puede ir por ahí apiadándose de la gente que le pide trabajo, por lo que ha resuelto advertir a los ciudadanos de que no le cuenten su vida, que se siente impotente, que no puede hacer nada, que le dan mucha pena las viejitas viudas y desamparadas pero que ya no se dedica al activismo. El siguiente paso es implantar las condiciones ambientales y sociales necesarias para provocar la creación de empleo de calidad, digno, con contratos indefinidos, salarios solventes y excepcionales condiciones. O sea, blablablá. Nada de nada. La nada más absoluta, apabullante y desoladora. ¿Ocupación? Sí, de Can Vies a Can Colau, que es como se llama ahora el Ayuntamiento.
En lo que sí ha demostrado la primera edil una gran ortodoxia y mesura es en el maltrato a la Guardia Urbana, despojada de toda autoridad, maniatada, vejada y vilipendiada. Pero ahí no hay novedad. La Generalitat es pionera y todo lo que se les está haciendo a los agentes de la Urbana ya ha sido experimentado con los mossos d'esquadra. La autoridad es del pueblo y el pueblo es ella, sostiene la alcaldesa, que maneja el concepto "empoderamiento" con tanta soltura como la vara de mando. Llueve sobre mojado. La administración de Mas ha devastado lo poco que quedaba de estabilidad política, garantías jurídicas y oportunidades económicas. Colau es la puntilla.
Can Colau y sus efectos sobre el turismo, el comercio y el empleo
La economía "informal" es el concepto de moda en el Ayuntamiento de Barcelona. Se trata de la solidaridad de boquilla con el mantero y de su redención a través de la chatarra
16 agosto, 2015 11:44Addoor Sticky