La detención este jueves de tres miembros de la familia Sumarroca por delitos contra la administración pública, blanqueo de capitales y pertenencia a organización criminal pone el colofón final al 'annus horribilis' del expresidente de la Generalitat Jordi Pujol.

Como si de una suerte de justicia poética se tratase -algunas fuentes opinan que no hay casualidades en las actuaciones judiciales-, la caída del clan Sumarroca se ha producido a pocas horas del primer aniversario de la histórica confesión del padre del nacionalismo catalán contemporáneo.

Aquel 25 de julio de 2014 marcó un antes y un después en la historia reciente de Cataluña. La admisión por parte de Pujol -forzada por las filtraciones a la prensa- de que durante décadas había ocultado al fisco en el extranjero una fortuna de dudosa procedencia acabó con la imagen de patriota generoso, desinteresado y austero que el fundador de CDC se había labrado durante años con la ayuda de los medios catalanes públicos y 'concertados'.

El fin de una época

Su entorno político más próximo -los otrora todopoderosos Lluís Prenafeta y Macià Alavedra- había caído unos años antes. Ahora parece que es su círculo empresarial el que está en peligro. Carles Sumarroca era -además de íntimo de Pujol- cofundador de CDC y su principal conexión con el mundo de los negocios.

De lo que no hay ninguna duda es de que la detención de los Sumarroca certifica el fin de una época: aquella en la que el líder nacionalista y su entorno eran intocables. Es probable que otros empresarios que crearon sus inmensas fortunas a la sombra de Pujol hayan captado el mensaje a navegantes y ya estén poniendo sus barbar a remojar.