En medio de un cierto hermetismo, casi en la clandestinidad, camuflados por un acto de recogida de firmas para un aspirante a presidir el Barça, Jordi Majó, se celebró el pasado jueves 25 de junio el décimo aniversario del manifiesto "Por un nuevo partido político en Cataluña", acta fundacional de lo que sería y es Ciudadanos. Grosso modo, el papiro, de doce metros de largo, se resumía en la necesidad de crear un partido para "oponerse a los intentos cada vez menos disimulados de romper cualquier vínculo entre catalanes y españoles" y contribuir "al restablecimiento de la realidad". Los abajo firmantes fueron Félix de Azúa, Albert Boadella, Francesc de Carreras, Arcadi Espada, Teresa Giménez Barbat, Ana Nuño, Félix Ovejero, Félix Pérez Romera, Xavier Pericay, Ponç Puigdevall, José Vicente Rodríguez Mora, Ferran Toutain, Carlos Trías, Ivan Tubau y Horacio Vázquez Rial.
La realidad ya no es lo que era entonces. Es peor y susceptible de empeorar, dado que la natural propensión de la política catalana a divagar sobre las oquedades, fosas y sinuosidades del propio ombligo ha ido a más con Mas.
A los quince temerarios que debatieron hasta la extenuación cada término y cada coma del celebrado texto, que pueden encontrar aquí, se les llamó de todo, pero lo que más, "pijos", "fachas" y "anticatalanes", generalmente en ese orden. Arcadi Espada comenzó así uno de sus dicursos, el del Tívoli, otro de los actos claves en la prehistoria naranja. "Hola, pijos, fachas y anticatalanes...".
Así lo recordó Francesc de Carreras en la discreta celebración de la efeméride. El discurso del catedrático no fue un discurso, sino una confesión. Todo lo que se dice por ahí es cierto. De Carreras se opuso a la creación de un partido: "Pero os habéis fijado en nosotros mismos. El único serio soy yo. ¿Un partido? ¿Nosotros? Se van a oir las carcajadas desde Nueva York". De Carreras se subía por las paredes con el cartel del hombre desnudo: "Me pareció mal, muy mal y tengo que reconocer que fue la única manera de que se diese a conocer Ciudadanos". Y De Carreras era contrario a dar el salto a la política nacional: "Me convencí cuando en un desayuno en Madrid, el moderador dijo que Rivera había sido el más aplaudido de los protagonistas en ese foro. Bueno, esto puede funcionar en España, pensé". "Ciudadanos ha salido adelante a mi pesar", remató el catedrático.
No estaban todos. Unos por indisposición y otros por obligaciones profesionales. No a todo el mundo le gustan los cumpleaños o los cumplidos. De Carreras habló de los vivos y recordó además a los fallecidos Carlos Trías y Horacio Vázquez Rial. "Celebramos que quince firmantes de un manifiesto levantamos el dedo para decir que no estábamos de acuerdo, que estábamos hartos y que queríamos hablar", dijo De Carreras.
Xavier Pericay también tomó este jueves la palabra. Sigue en Mallorca y le es imposible vivir como un alemán. Se marchó de Cataluña antes de que comenzaran las cenas del Taxidermista y se encuentra ahora en sus islas con la reproducción a mayor escala de lo que ya ocurría en Cataluña hace una década. Remar contra corriente no es una actividad que desconozca, aparte de su natural estoicismo.
Albert Rivera, que también estaba y era el plato fuerte de la velada, no cantó el happy birthday a lo Marilyn, pero como si lo hubiera hecho. Predica con tanta naturalidad que lo de que "imposible sólo es una opinión" no parece un mantra psicológico sino un aserto fundado en la existencia, en contra de los elementos, de su propio partido diez años después de las francachelas de quince subversivos, disidentes y, aún peor, intelectuales.