En Grecia ha surgido el entusiasmo lírico propio de una victoria electoral. Allí lo siente la ultraizquierda griega (Syriza) y aquí la casera (Podemos) así como aquellos bobos a los que ni la caída del Muro de Berlín despertó del delirio comunista.
Ese entusiasmo, humanamente comprensible, durará poco. Muy, muy poco. Será así porque Grecia seguirá siendo lo que es: un país con muy pocos recursos y con unos desbarajustes monumentales. Son de orden conceptual, identitario, político y muy en particular político-administrativo. En síntesis, el país no va ni en ruedas, y nadie con un poco de cordura puede prever que sus muchas disfunciones se puedan resolver en un futuro ubicable en el horizonte. Sencillamente, no es posible. Aunque pudiera llegar a hacerlo Syriza, el revuelo continuaría. Los problemas de Grecia se arrastran desde hace muchos años.
Cincuenta por ciento de déficit
Por dar un dato puntual y relativamente reciente, recordemos que en 2009 el déficit público griego alcanzó el 15 por ciento de su PIB, equivalente al cincuenta (sic) por ciento del presupuesto. En 2004 había sido del 7,5 por ciento, en 2005 del seis, etcétera. O sea que el Estado griego lleva años en estado de quiebra.
Para hacer una comparación en el orden microeconómico, Grecia -y la cosa viene de lejos- tiene tan pocas expectativas económicas, sea quien sea quien gobierne, como una fábrica de hielo en el Polo Norte.
Una Grecia que no hay por donde cogerla
Podría dar muchos detalles, cada uno de ellos peor que el anterior. El catastro y el Registro de la Propiedad no funcionan ni han funcionado nunca. Por tanto, se entiende que tanto en el campo como en las ciudades haya un desorden paralizador que aquí no se puede ni imaginar. En Atenas hay muchos edificios apuntalados como si acabaran de ser bombardeados. ¿Tienen propietario? ¿Quién es? Misterio.
No digo nada del funcionamiento de los servicios públicos, en particular de la sanidad. Un tercio de los griegos no tiene ninguna cobertura sanitaria. Por tanto, se mueren. Es lo que parecen querer los destrozadors de lo poco que queda de la sanidad pública catalana.
Los amigos de Milosevic
Tampoco digo nada de una jerarquía religiosa ortodoxa extremadamente rica e intervencionista en política, como si estuviéramos en la Edad Media. Ha estado sin pagar impuestos durante años y años. Tampoco digo nada sobre cómo Grecia (derecha e izquierda confundidas) apoyó a la Serbia de Slobodan Milosevic, durante las últimas guerras de los Balcanes. No se les puede perdonar. Como tampoco se puede perdonar a la demagógica Liga Norte italiana su apoyo explícito al bípedo comunista serbio acabado de mencionar.
Tampoco se puede entender cómo es que Grecia pudo ser admitida en la Unión Europea estando como estaba y como está. Ciertamente, podía ser para ayudarla a salir del derrumbe moral y político causado por la dictadura denominada de "los coroneles" (1967-1974). Se pensó que, por su poco peso demográfico, Grecia democratizada podía ser asistida para siempre.
Políticos corruptos
También jugó el sustrato de la Grecia clásica. Pero entre aquella y la actual ha habido siglos de ruptura total. Los griegos de hoy no son descendientes directos de aquella Grecia, admirable en mucho puntos pero también basada en la esclavitud, como la que existió casi todas partes.
Todos los catalanes de hoy en día podemos constatar mirándonos en el espejo que, cuando una sociedad está jodida y en manos de políticos corruptos (Grecia es aún más corrupta que España según los índices internacionales), un recurso fácil es crear grandes preocupaciones para tapar la realidad. Allí, Syriza ha sacado el determinismo marxista-leninista igual que Mas ha optado por el determinismo estatista. Es más fácil eso que hacer que los trenes lleguen a la hora o que las escuelas y los hospitales funcionen.
El peso de la realidad
Además, una vez encontrado un chivo expiatorio, que para CiU y ERC es Rajoy y para Alexis Tsipras lo es Angela Merkel, cuanto peor vaya todo más fácil es hacer demagogia. Siendo las cosas lo que son, ¿qué puede pasar? El abanico es muy pequeño, lógicamente, porque ya no va de retórica sino de realidades.
De entrada es impensable que Syriza o cualquier otra fuerza opte por salir de la zona euro. Los griegos pasarían a estar peor que ningún otro país del mundo. O sea que nada de nada.
Queda sólo la vía de la negociación. Será volver a empezar porque no hay otra. Por supuesto, la Unión Europea volverá a decirles a que no pueden soñar despiertos y luego pasar la factura a los europeos. Syriza deberá hacer lo imposible. Pero como Tsipras ha encendido un fuego de radicalidad extrema, pasará ser acusado de traidor.
Problemas de difícil solución
Habrá un efecto rebote de la constatación de la imposibilidad de que Syriza pueda resolver nada en cuatro días, como demagógicamente había prometido. Ese efecto será esclarecedor respecto a Podemos, algo inevitable y necesario.
Históricamente, la demagogia y el maximalismo nunca han sido positivos, sino que siempre lo han empeorado todo. Constatarlo será positivo y una oportunidad para fuerzas moderadas, si bien estas fuerzas no parecen estar en un buen momento ni, ay, tener demasiadas ganas de captar la gravedad del momento en que vivimos. Han dejado un vacío político y moral que le ha ido muy bien a Syriza. Winston Churchill diría que, como siempre, la oposición (Syriza) no ha ganado las elecciones sino que las fuerzas del poder constituido las han perdido.
En efecto, una gran dato de las elecciones griegas ha sido el derrumbe del partido socialdemócrata y de diversas fuerzas de centroizquierda y de centroderecha. Hay un espacio al que Syriza o quien sea debería prestar atención, porque el lirismo radical se irá desinflando. No puede ser de otro modo, en Grecia, en Cataluña y en todas partes. Pero todo requerirá años.