La proclamación el próximo día 18 del príncipe Felipe como Rey de España ha generado un sentimiento de optimismo y esperanza en sectores político-mediáticos de Madrid, en especial aquellos que se sitúan en el centro derecha más cercanos al PP, que ven en la sucesión de don Juan Carlos el inicio de una segunda transición. Quienes así se manifiestan transmiten la sensación de que la simple llegada de un nuevo Rey va a conseguir que se recupere el espíritu de la transición, aquel que permitió el consenso de fuerzas políticas antagónicas para transitar de la dictadura a la democracia y aprobar la Constitución de 1978 y que ahora permitiría afrontar las graves crisis que afectan a España, en particular la de Cataluña. Mientras el debate sobre Monarquía o República va extendiéndose en la izquierda política, sorprende que en la derecha algunos de los que en estos tres días muestran su entusiasmo por abordar esos grandes cambios institucionales, incluida la reforma constitucional para resolver el problema catalán, hace cuatro días negaban hasta la necesidad de intentarlo.

Ahora bien, ¿podrá el rey Felipe VI impulsar ese cambio que resuelva los problemas de España y evite la secesión de Cataluña? Cuando se pasa de las declaraciones a las conversaciones discretas con los responsables políticos las emociones se atemperan. "Hay que dejar claro que el Rey no tiene funciones políticas, ni formalmente puede impulsar nada, ni tiene que arbitrar nada", dice un importante dirigente socialista que pide además que "no le carguemos al nuevo Rey con una lista de tareas que no le corresponde realizar, que son responsabilidad de los representantes políticos".

De hecho, dirigentes de los principales partidos recuerdan que "don Juan Carlos ha mantenido siempre un escrupuloso respeto a las decisiones de los distintos gobiernos", a diferencia, por ejemplo, del rey Balduino de Bélgica que renunció durante un día para no firmar la ley del aborto. Aunque, eso sí, le reconocen su papel en la transición "como inductor del cambio" pero en unas circunstancias históricas totalmente diferentes, porque se trataba de traer la democracia a España. Ahora, con la democracia consolidada, "no es posible que el rey tenga un protagonismo semejante", afirma un ex ministro. Ahora los problemas son de otra índole.

Un jarro de agua fría

Hay tres crisis en España, precisan los políticos consultados, la económica, la político-institucional y la territorial, pero son "el Gobierno y los representantes democráticos, elegidos en las elecciones, quienes tienen la responsabilidad de resolverlas". Así que a las preguntas de ¿podrá Felipe VI inducir esas soluciones? ¿Podrá desde la discreción intermediar para favorecer el diálogo? ¿Podrá impulsar una reforma de la Constitución dado que su padre en el mensaje de abdicación ya hablaba de la necesidad de transformaciones y reformas profundas? Las respuestas ensombrecen tanta esperanza.

"Es verdad que la abdicación de don Juan Carlos y la llegada de un nuevo Rey ha generado un clima a favor de que España entre en una fase reformista para resolver los problemas que tenemos", admite un dirigente del PP, pero precisa, y en eso coinciden todos los consultados, que afrontar esas transformaciones depende de la voluntad del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que hasta ahora lo más que ha avanzado ha sido que no se opone a una reforma de la Constitución. Queda la duda de si Rajoy, al que algunos de sus ministros ven ya convencido de que tiene que ofrecer una salida al conflicto catalán, aproveche el impulso social que está provocando la sucesión en la Corona para afrontarlo. Pero la declaración del presidente autonómico Artur Mas sobre que el cambio de rey no frenará el proceso secesionista se recibió entre los políticos del PP y del PSOE como un jarro de agua fría.

Reeditar los valores de la Transición

Consta que una de las preocupaciones del todavía príncipe Felipe es el problema catalán y que, consciente de que será una de las cuestiones capitales de su reinado, lleva un par de años hablando con diversos interlocutores de todas las sensibilidades para comprender lo que ocurre en Cataluña y para ver qué soluciones se pueden encontrar. Pero una persona que ha estado en el núcleo del poder durante más de una década piensa que las posibilidades que tendrá Felipe VI de tratar de generar un clima de diálogo, de actuar como intermediario entre los gobernantes de Cataluña y el Gobierno de España y los partidarios de terceras vías, "son exactamente las mismas que tenía don Juan Carlos. Su capacidad político-institucional de influir en la búsqueda de soluciones políticas será la misma, no va a ser mayor". Piensa, incluso, que, escuchada la declaración de Mas sobre la abdicación, la posibilidad de acercar posiciones es remota.

No obstante, a la espera del discurso de proclamación como nuevo rey, este miércoles el príncipe aprovechó un acto en el Monasterio de Leyre para señalar que seguirá trabajando por una España "unida y diversa". Su mensaje el 18 de junio será fundamental para conocer en qué aspectos marca los ejes de su reinado. Sobre todo, porque los discursos del Rey -también los del Príncipe- siempre están visados por el Gobierno y, por tanto, si don Juan Carlos habló de la necesidad de transformaciones y reformas profundas en su mensaje de abdicación se puede entender que el Ejecutivo comparte esa opinión. Y ahí, se abre la esperanza o la posibilidad de que el Gobierno tienda la mano para una reedición de aquellos valores de la Transición que ahora tantos parecen añorar.