¿Habrá referéndum o consulta independentista el 9 de noviembre en Cataluña?
No. A mí me parece poco verosímil que la haya. Legalmente no puede haberla y, como el presidente Mas ha dicho que se va a atener a la legalidad, sería perfectamente coherente según sus propias palabras que él mismo desistiera de celebrarla si hay una impugnación al Tribunal Constitucional y por tanto una suspensión de la convocatoria al amparo de una futura Ley de Consultas. Por lo tanto, no parece verosímil que haya consulta.
Entonces, ¿esta situación se enquistará, o el globo se desinflará?
Hay que pensar que de aquí al 9 de noviembre quedan muchos meses y existe la posibilidad de algún movimiento recíproco tanto de la Generalidad como del Gobierno. Otra posibilidad es que a la vista de lo que resulten las elecciones al Parlamento Europeo, y en función de la correlación interna de los partidos en Cataluña, haya alguna reformulación del planteamiento soberanista. Y, en tercer lugar, que no se celebre el día 9 la consulta no quiere decir que ese enquistamiento sea definitivo; quizás, como el marco general de las fuerzas políticas va a cambiar con las elecciones generales, después de estas podría darse la oportunidad de activar de nuevo la situación y entrar en una negociación.
Los más osados se atreven a vaticinar que, si hubiese una clara victoria de ERC sobre CiU en las europeas, Mas podría dimitir.
Creo que la dimisión de Mas no se producirá, pero en el proceso soberanista se dilucidan dos cuestiones diferentes aunque muy conectadas: una es la propia consulta soberanista y el planteamiento independentista, y la otra es ver quién se hace con la hegemonía del nacionalismo en Cataluña. Y en función de quién se haga con el poder hegemónico del nacionalismo en Cataluña pueden producirse unos movimientos sísmicos importantes en CiU, ya sea desde CDC o desde UDC. Aquí hay dos cuestiones que van en paralelo: hagamos consulta, pero dilucidemos la correlación de fuerzas en Cataluña.
¿ERC está frenándose un poco?
Da la sensación de que no ha puesto en marcha toda su maquinaria, sobre todo de carácter social y de agitación. Oriol Junqueras está en una estrategia en este momento que, dentro del rupturismo que implica su planteamiento, es prudente respecto a Artur Mas y CiU.
Desde el independentismo oficial se asegura que cualquier negociación pasa en todo caso por hacer una consulta independentista como condición irrenunciable.
La consulta, desde el punto de vista político, tiene enormes dificultades; pero desde el punto de vista jurídico no es viable. Uno de los desafíos que tiene Artur Mas es que, si el Gobierno de Rajoy tiene un planteamiento de acercamiento, él tiene que desprenderse de algunos planteamientos de máximos para buscar una solución suficiente y adecuada, y esto es renunciar a una consulta sobre un elemento que es el núcleo duro de la Constitución: la soberanía es el poder último del Estado, y sobre eso no cabe un pronunciamiento que sea parcial, es decir, que sea de una parte del censo electoral. Por lo tanto, no habrá una consulta, salvo que hubiera una reforma constitucional y se somete a votación. No veo más consulta que un referéndum decisorio y vinculante sobre una reforma constitucional. Esa es la única que veo con amparo legal.
¿Ve viable una reforma constitucional que permita introducir una consulta independentista al estilo canadiense?
Desde un punto de vista puramente hipotético, cabría reconocer la posibilidad de que si se dan determinadas circunstancias se podría plantear una consulta por lo que el Tribunal Constitucional llama derecho a decidir, pero ya ha dicho que eso implica una reforma previa con una profunda negociación entre los partidos políticos. Y veo altamente improbable que las Cortes Generales asuman un derecho de secesión que no está reconocido en ninguna constitución escrita europea ni americana, aunque sí contemplo una singularización del estatuto político de Cataluña.
Usted es uno de los defensores de la 'tercera vía'. ¿En qué consiste?
Hay dos terceras vías. La menos traumática consistiría en la inclusión de una quinta disposición adicional en la Constitución, que tendría un desarrollo similar al de la primera, que es el título competencial en que se amparan los derechos históricos de los territorios forales del País Vasco y Navarra. Esa Disposición Adicional Quinta supondría una cierta mutación constitucional, un título habilitante para singularizar Cataluña en distintos ámbitos: en el ámbito de la financiación y en el ámbito competencial. Es perfectamente posible.
Pero, de facto, Cataluña ya está singularizada.
La única singularidad que tiene Cataluña respecto a las demás CCAA es la lingüística. Cabe mayor singularidad de Cataluña fundamentalmente en el ámbito fiscal, en el ámbito de las transferencias e inversiones, en el ámbito del blindaje de algún tipo de competencias particularmente sensibles y seguramente también unas ciertas por competencias de política exterior en coordinación siempre con el Estado y que tengan que ver con intereses específicos de la Comunidad catalana, fundamentalmente culturales y lingüísticos.
¿Está a favor de la inmersión lingüística en Cataluña?
No. Cuando se habla de inmersión lingüística yo la entiendo de una manera no cerrada. Es decir, puede haber, como lo establecen las leyes catalanas, una preferencia, una discriminación positiva en la escuela a favor del catalán. Pero también hay que cumplir las sentencias de los tribunales. Así, cuando haya requerimientos de educación en castellano, que los hay, se implante la cuota del 25% que ha establecido el Tribunal Supremo.
Cuando se habla de un blindaje lingüístico, el nacionalismo catalán lo interpreta como que en el tema de la lengua harán lo que quieran. Decir que deben respetarse las sentencias de los tribunales sobre el bilingüismo, en cambio, es interpretado por el nacionalismo como un ataque absoluto a la cultura y a la lengua catalana.
Eso es una contradicción en los propios términos. Cataluña tiene una expresión catalana y una expresión castellana, y por lo tanto las dos versiones -la catalana y la castellana- hacen la identidad de Cataluña. La identidad catalana, como la identidad de muchas CCAA españolas, es mestiza. ¿Cómo se puede entender Cataluña sin el castellano, o sin el catalán? Creo que hay que tener planteamientos equilibrados. El nacionalismo, que basa un elemento de identidad en la lengua, suele albergar un temor: lo que se llama la disglosia. Es decir que una lengua muy potente, como el castellano, termine por imponerse. Y teme que cuando los hablantes de una lengua no llegan a determinado número -como serían unos 10 millones -la viabilidad futura de esa lengua es problemática. Creo que en Cataluña se da una situación prácticamente de bilingüismo y hay que aspirar a ese bilingüismo. De ahí que ERC diga que en una futura Cataluña independiente el catalán sería una lengua cooficial. ¡Bueno estaría! porque lo contrario sería desnaturalizar la autenticidad catalana. ¿Por qué España es plural y diversa, y por qué Cataluña no puede serlo también en lo lingüístico y en lo cultural?
Volviendo al tema fiscal, ¿cuál sería esa singularidad que se podría ofrecer?
La corresponsabilidad fiscal.
¿Una especie de concierto económico?
No. Podría ser una agencia tributaria mixta.
Pero, ¿quién tendría la llave de la caja? ¿Quién tendrá la última palabra?
Podemos inspirarnos en el modelo vasco. En el modelo vasco el Gobierno tiene una función de supervisión y además una ley que crease un sistema mixto de agencia tributaria establecería las reglas del juego. Por ejemplo, hay que tener en cuenta que la presión fiscal tiene que ser homogénea en toda España. Es más, en el País Vasco y Navarra no pueden desviarse de ese principio constitucional.
¿En qué medida a unas personas que han sido manifiestamente desleales se les pueden dar los instrumentos que ahora no tienen para que la próxima vez que lo intenten puedan llevar a cabo las amenazas lanzadas?
Es una pregunta muy interesante porque nos remite a plantearnos si la solución a la cuestión catalana está en manos de Artur Mas y de sus socios de ERC, o si estos actores tienen que cambiar. Efectivamente, hay un conflicto que es muy importante: el de la lealtad constitucional, que además se refleja en todos los estados compuestos. El elemento de lealtad a la Constitución y a sus mandatos, sobre todo a los dogmáticos que están en el Título Preliminar, son esenciales. Al plantearse la independencia parece no haberse reparado en que se ha ido a una medida absolutamente lesiva y desproporcionada a los problemas que podría tener Cataluña. Los problemas que tiene Cataluña y sus aspiraciones tienen el marco de las reglas del juego que nos hemos dado: el de la Constitución. Se ha rebasado ese marco de la lealtad y eso es difícil que tenga una marcha atrás. De ahí que yo crea que el futuro del presidente de la Generalidad es muy complejo.
Algunos analistas consideran que se ha llegado a la situación actual en Cataluña a causa de un pacto implícito entre los partidos de ámbito nacional y los nacionalistas para que estos hicieran lo que quisieran en Cataluña a cambio de apoyar a los primeros en el Congreso. ¿Esto cambiará algún día?
Creo que hay que ser muy consciente de lo que está pasando en el sistema de partidos de Cataluña. Tenemos un PSC en crisis absolutamente; probablemente una sustitución en el ranking del PP por Ciudadanos; tenemos a ICV en absoluto desconcierto; y tenemos a CiU muy fragilizada entre CDC y UDC. Esa transformación del sistema de partidos está en curso porque una de las características del proceso soberanista es que es muy autodestructivo. Es autodestructivo, primero, del capital autonómico y de autogobierno que tenía Cataluña, que se ha minusvalorado. Segundo, la energía social y política que tendría que estar al servicio de superar la crisis está al servicio de un objetivo hipotético y poco verosímil. Tercero, la lucha de poder que se ha desatado entre los partidos políticos está conectada con el propio proceso soberanista. Y, finalmente, aunque se quiera negar, Cataluña no es la Arcadia feliz; en Cataluña hay tensiones graves y enfrentamientos, y quien diga que esto no es así no dice la verdad. No elevemos determinados episodios a categoría, pero fijémonos en que las anécdotas, cuando se repiten y son muchas, puede terminar conformando una categoría.
Resumiendo: la tercera vía que plantea supone mejorar las inversiones; una corresponsabilidad fiscal que no llegaría a ser un concierto económico; una proyección exterior coordinada con el Gobierno; y un blindaje cultural que no permitiría mantener la inmersión lingüística actual. No parece que eso vaya a convencer al nacionalismo.
No sé si eso es una oferta suficiente o no, pero es la que creo que razonablemente el Estado puede hacer. Y seguramente no le satisfará al independentismo, pero a una parte de catalanes podría satisfacerles sin necesidad de llegar a un respuesta desproporcionada, como es nada menos que una secesión. Porque aquí hay que introducir también elementos de realismo. Es verdad que el independentismo insufla a las nuevas generaciones una cierta ilusión, un futuro, una tierra prometida, un nuevo horizonte... pero el realismo ha de matizar todo esto y pensar también que estamos en un club de Estados: la Unión Europea. Y que hay unos mercados globalizados en los que los Estados son los jugadores. Y ese es un club que está cerrado. El club de los nuevos Estados se ha cerrado. Y todo el mundo que quiera saberlo lo sabe. Después de la atomización de los Balcanes y de la secesión aterciopelada entre Chequia y Eslovaquia, el club de los nuevos Estados está cerrado. Y, en relación al tema de Escocia, será 'no' a la independencia, y el primero que lo sabe es Alex Salmond. Lo que ocurre es que al hilo de la independencia él logrará que los nuevos recursos naturales sean más optimizados por Escocia y gane poderes políticos. Pero la interiorización de que no se va a producir en el Reino Unido una secesión la están reflejando los índices adelantados de los propios mercados, que le dan al Reino Unido crecimiento, estabilidad y protagonismo.
El consejero de Territorio y Sostenibilidad de la Generalidad, Santi Vila (CiU), asegura que los últimos 30 años han sido los mejores de la historia de Cataluña. ¿Es razonable decir que de alguna forma España maltrata económica, política y/o culturalmente a Cataluña?
No, pero sí se han cometido con Cataluña graves errores, y algunos tienen que ver con el hecho de que los gobiernos no han mantenido niveles de interlocución y de presencia suficientes. Y, por otra parte, ha habido procesos políticos en Cataluña cuya importancia y calibre no se han sabido medir. En el tema del Estatuto de 2006, se cometieron errores recíprocos: por una parte, el PP no adoptó la mejor posición, y por otra el PP fue excluido de las negociaciones -me remito al Pacto del Tinell-. También creo que la impugnación que se hizo ante el Tribunal Constitucional fue legítima, pero la dilación de cuatro años en emitir la sentencia y el descoyuntamiento que tenía el Tribunal Constitucional proyectó una pésima imagen en la opinión pública. Además, nunca se debió permitir enmendar la plana a un electorado. Eso se produjo porque el sistema no estaba preparado, al suprimir el recurso previo de inconstitucionalidad. Fue un gran error. Ahora sabemos que para las leyes orgánicas y los estatutos habría que haber mantenido el recurso previo de inconstitucionalidad.