Albert Boadella, dramaturgo, fundador de Els Joglars, en una entrevista publicada este domingo en El Mundo:
¿Qué pasó en el Parlamento esta semana?
Se hizo una función en la que los dos grandes partidos hicieron una exhibición de buenismo y los otros hicieron la de la paranoia de los incomprendidos. Fue una teatralización que no creo que modifique nada. Es imposible saltar sobre dos generaciones educadas en el odio a lo español. Volver a recomponer la mínima trama de afectos que obliga la convivencia de una nación, con dos generaciones así es muy complicado. Puede suceder que nos acostumbremos a vivir así y tratemos de tener paciencia y, lo que sucede con las epidemias, una tercera generación, hartos de este adoctrinamiento constante, reaccione contra él. Pero hay que esperar.
¿Mas perjudica a Cataluña?
Artur Mas quiere convertirse en mártir. Él va al martirologio. Creo que ésta es su política porque sabe perfectamente que este referéndum no se puede a celebrar. En estos últimos 30 años han ido sembrando toda una estructura en el mundo de la cultura, los medios, la educación, donde primero subliminalmente y luego descaradamente han ido induciendo esta paranoia; que España es el enemigo a batir. Es el mal. [Risas] Esto es difícil de contrarrestar porque tiene trampas. Su mejor trampa es YouTube: una imagen de un guardia vivil cogiendo una urna y encerrándola en una furgoneta. Eso se reparte internacionalmente y lo que se transmite es que a los pobrecitos catalanes no les dejan votar; les privan de la libertad. Yo creo que el Gobierno de España debe actuar con la misma astucia y evitar ese vídeo.
¿Pero cree que llegará a realizarse esa consulta?
Algo harán. Porque han roto la convención de la política tras la II Guerra Mundial: nunca hay ganadores ni perdedores. Pero ellos han puesto un plazo. Es como una declaración de guerra, no hay posibilidades de rectificación, porque si rectificas, pierdes. Y algo tienen que hacer para no sentirse perdedores.
¿Es posible una movilización violenta tipo Ucrania?
No creo. Cataluña llegará a movilizar a la gente pero siempre desde un punto de vista pacífico, porque en España, Francia o Alemania la gente no toma demasiados riesgos. No son Ucrania. El nivel de riesgo aquí es bajo por parte de los ciudadanos, incluso a nivel de riesgo económico. Es decir: el perder 100 euros es una catástrofe en algún asunto patriótico. Harán pequeños intentos de coaccionar o sabotear una conferencia, algún scratche, quizá a mí me pinten la pared de mi casa... Pero fuera de estas cuestiones no creo que tomen más riesgos.
No parece tan grave.
Lo de Cataluña tiene una gravedad en el sentido en el que ellos han construido una religión laica. Es muy significativo que la asistencia al ceremonial religioso haya bajado de una forma espeluznante. En mi pueblo, si antes iban a misa 90 o 100 personas, ahora van 4 o 5. Y eso ha sucedido en toda Cataluña. En cambio, los rituales nacionalistas han subido espectacularmente. Porque tiene todos los elementos de la religión: tiene la liturgia, la simbología, la historia de ficción, tiene la fe en vez del pensamiento, tiene los talibanes voluntarios, tiene la persecución del infiel dentro de la misma comunidad... Contra el fundamentalismo religioso no hay discusión posible.
[...] ¿La cesión de competencias fue un error?
Sobre todo la educación. Porque los que enseñaban estaban adiestrados para enseñar de una determinada forma. El gran ejército de Cataluña han sido los maestros y los lingüistas. Yo creo que la Transición, que tuvo muchas cosas positivas, cayó en un engaño que los catalanes supieron manipular muy bien: que tanto el País Vasco como Cataluña habían sido víctimas. Y eso era una inmensa patraña porque durante el Franquismo, ni Cataluña ni el País Vasco fueron más víctimas que Extremadura o que Almería. Todo lo contrario; tuvieron unos beneficios muy importantes. Cataluña tuvo un proteccionismo absoluto a su industria textil. Jamás se prohibió el catalán. No se usaba en los estamentos oficiales, pero la gente lo hablaba. Pero se ha vendido al conjunto de los españoles que fueron las víctimas. Y este complejo penetró en la Transición: había que restituir cosas a los catalanes y a los vascos. Las instituciones y algo más. La educación fue una de las cosas. Y como no se podía hacer sólo para los catalanes y vascos, se hizo aquello del café para todos. Así que lo que podía haber sido un problema más pequeño se extendió a toda España.
[...] ¿Se puede llegar a un pacto?
Si tú coges ahora a un catalán y le preguntas: "Pero a ver, España ¿qué os ha hecho?". No saben qué decir... "Nos tienen oprimidos económicamente", responden. Pero resulta que en Cataluña es al único lugar al que el AVE llega a las cuatro provincias, y el Gobierno se volcó en los JJOO de Barcelona... No se puede vivir en la eterna paranoia.
¿Y el pueblo catalán no reacciona ante los escándalos económicos de los inductores de esta paranoia?
Es que ha sido un bombardeo incansable que quien no ha vivido allí no puede imaginarse. Con qué perversidad, con qué formas sibilinas de penetración se ha convencido a la gente. Cómo se ha ido extendiendo este adoctrinamiento general a través de cosas muy sencillas, como en programas de humor, los personajes ridículos hablaban español. Y así ha ido penetrando. Lo malo es que es una epidemia colectiva.
¿Hay xenofobia en Cataluña?
Detrás de todo nacionalismo hay un principio xenófobo. Pero yo creo que es más paranoico que xenófobo. El problema es que si mañana se van de España y desaparece esa tensión paranoica, necesitarán trailers de Prozac para mitigar la depresión. Se van a encontrar que la independencia significa tener los mismos gobernantes que tenían, o peores, igual de corruptos, o igual de tontos, y además clarísimos inconvenientes de todo tipo, y sin nadie a quien echarle la culpa.