Una cosa es lo que el Gobierno dice en público y otra lo que hace amparado en la discreción. Al menos eso es lo que comentan fuentes del Ejecutivo, que prefieren mantenerse en el anonimato y que aseguran que pese al duro discurso de Mariano Rajoy el pasado martes en el debate en el Congreso de los Diputados sobre la consulta soberanista, el presidente está tendiendo puentes con CiU, e incluso con Artur Mas, con el que al menos un ministro de la máxima confianza de Rajoy habría mantenido ya "tres o cuatro reuniones" en las últimas semanas. Dicen los informantes que en esos encuentros no se han producido avances, pero admiten que el simple hecho de sentarse a hablar ya es positivo.

Al Gobierno se le criticaba porque tardó en darse cuenta de la magnitud del problema con Cataluña pero hace ya un tiempo que parece haber tomado conciencia de la gravedad del polvorín catalán y se ha puesto a estudiar la manera de afrontarlo. De ahí que las fuentes consultadas indiquen que la intención de Rajoy es ofrecer alternativas políticas que puedan desactivar, siquiera en parte, el desafecto de tantos catalanes a España y permitan que CiU se aleje de la vía independentista.

Especialmente porque en este caso ha quedado en evidencia que el simple paso del tiempo, esa receta que tanto le gusta a Mariano Rajoy, lejos de resolver el problema lo agrava, y que aplicar -si llegara el caso- el artículo 155 de la Constitución no contribuiría a recuperar a muchos catalanes que hoy se decantan por la independencia pero que podrían aceptar un pacto político que resuelva algunas cuestiones que han generado su malestar.

Presiones de los empresarios, de Rubalcaba y de su propio partido

A que Rajoy llegara a esa conclusión han contribuido los incesantes mensajes que está recibiendo de empresarios de uno y otro lado del Ebro, que le piden que "haga algo", que dialogue, que negocie con las fuerzas políticas catalanas una salida que evite la ruptura, y también las conversaciones con el líder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, empeñado en convencer al presidente de la necesidad de abordar una reforma de la Constitución, que permita un mejor encaje de Cataluña en España.

De hecho, la primera vez que Rajoy habló de la reforma de la Constitución como una posibilidad real fue el pasado martes, cuando emplazó a los independentistas catalanes a plantearla. Y aunque los destinatarios del mensaje lo entendieron como un desafío, algunos dirigentes del PP lo vieron como un paso adelante. Demasiado tímido, en opinión de los socialistas, pero impensable hace unas semanas.

Ya hay dirigentes populares que sugieren en privado que la oferta que hará el Gobierno no puede limitarse solo a una mejora en la financiación de Cataluña y que tendría que incluir otros aspectos que atañen al sentimiento, como los lingüísticos. Pero así como el PSOE propone que se traspasen a Cataluña todas las competencias en materia lingüística, incluidas las educativas, en el seno del Ejecutivo existen dudas sobre la conveniencia de establecer algunas líneas rojas, no en vano un sector de su electorado está muy sensibilizado con el sistema de inmersión lingüística en la educación.

La oferta concreta tendrá que esperar

En algunos sectores políticos se sostenía recientemente que Rajoy haría la oferta a la Generalidad en el breve período que va de las elecciones europeas del 25 de mayo a la Diada, con la intención de desactivar no tanto la manifestación del 11 de septiembre -que se da por hecho que será multitudinaria- como la convocatoria de la consulta para el 9 de noviembre y las consecuencias que puede tener su no celebración por la negativa del Gobierno a autorizarla.

Pero en los últimos días son más los que ven poco probable tanta premura, porque "esos no son los ritmos de Rajoy" y porque la propuesta parece no estar todavía perfilada. Sin embargo, el Ejecutivo sí ha empezado a tender algunos puentes. A iniciar el diálogo. No formalmente pero sí como forma de acercamiento.

Al fin y al cabo eso es lo que le están pidiendo sectores políticos y económicos, que, antes incluso del reciente fallecimiento del ex presidente Adolfo Suárez, invocaban el espíritu de la Transición, que permitió que personas de procedencia tan antagónica como Manuel Fraga y Santiago Carrillo alcanzaran el pacto constitucional. Y algunos de los que protagonizaron aquel acuerdo, como Felipe González, Miquel Roca o Miguel Herrero de Miñón, no cesan en su empeño de recomendar el diálogo como la vía para alcanzar el acuerdo.