Valentí Puig, escritor, este lunes en El País:

"[...] Pretendiendo acuñarse de liberalismo, Convergència ha acabado siendo un partido patrimonialista, ajeno a la corriente viva del catalanismo crítico. A veces se olvida que Convergència es un partido con su sede central embargada o que las aspiraciones manifiestas de Oriol Pujol pueden quedar truncadas por una sentencia judicial. Uno puede preguntarse qué hizo Convergència al estar en la oposición para poder gobernar luego en la realidad del nuevo siglo, en un mundo de identidades compartidas, de desarraigos y nuevas estipulaciones de la libertad. En el fondo, por muchos aprendices que hayan aparecido y por mucho que se quiera monopolizar la atención del príncipe, el único intelectual orgánico que ha tenido Convergència es Jordi Pujol. Fluctuaba, lanzaba simultáneamente mensajes opuestos, pactaba y a la vez vivía en la cultura de la queja. En cambio, en Mas resalta una rigidez que no encaja con la naturaleza de la política. Incluso en los tan escasos intelectuales adheridos hoy a la causa convergente se percibe una cierta descomposición del discurso, y no solo por ubicarse en la radicalidad que generalmente había evitado.

En estos días, una pregunta frecuente es si todavía existen moderados en Convergència. Los hay. Saber si pueden propiciar una rectificación política que dé margen para una maniobra sustancial ya es algo muy distinto. Sería orientativo conocer quién controla realmente el aparato convergente. No hay muchos nombres. La pregunta es si algunos de esos pocos nombres podrían sustituir a Mas en su momento, reagrupar fuerzas y aventajar claramente a ERC. Otra alternativa es que quien controle el partido sea el que, previo reparto de poderes, entregue el cetro al delfín. ¿Qué rostro tendría ese delfín y qué estrategia?

Los moderados convergentes, en buena medida no alejados del catalanismo crítico, callan. No parece que conspiren ni se organicen. Están. Intuyen la urgencia de recuperar su electorado centrista y de modularse hasta acabar regresando a una vía constitucional amplia, con rectificaciones y cambios que dependerían mucho de una flexibilidad hoy por hoy ausente. El actual nacionalismo mediático y cultural de Convergència no parece ser de gusto de estos moderados. Al recomponerse el panorama mediático de Cataluña, lo que queda es una soledad convergente que contrasta con las complicidades anteriores y que por fuerza obliga ahora a competir en el lenguaje de las ideas y emociones. De otro modo, ERC seguirá fagocitando el voto convergente y alterando los ya escasos consensos posibles, uno de los rasgos más nocivos de todo lo que está ocurriendo, en detrimento del pluralismo.

Algo equiparable ocurre con el nacionalismo cultural, conducente a una dicotomía maniquea. Es indicativo que la fiscalía interprete el simposio "España contra Cataluña" como "una estafa cultural". El fiscal comenta que la cuestión "no versa sobre lo que unos u otros piensen sobre la historia y los posibles agravios hacia Cataluña, sino del futuro que desean para esta comunidad". Si la política de la inestabilidad es su acción actual, ¿puede Convergència volver a hacer la política de regeneración que ha sido lo mejor del catalanismo?".