Joaquín Leguina, ex presidente de la Comunidad de Madrid y ex diputado del PSOE, en un artículo publicado este lunes en El País:

"[...] El texto del nuevo Estatuto [de Autonomía de Cataluña] nunca se discutió en órganos internos del PSOE, como son el Comité Federal y el Grupo Parlamentario; y además echaba por tierra el acuerdo interno tomado por el PSOE en Santillana al inicio del proceso estatutario.

[...] Eran seis los pilares básicos en los que estaba asentado el nuevo Estatuto: la nación, la lengua, el poder judicial en Cataluña, las competencias, la bilateralidad y la financiación; y el Tribunal Constitucional los desmontó todos.

Y cabe preguntarse: ¿es ese federalismo (asimétrico) el mismo que la dirección del PSOE pretende colar ahora mediante un cambio constitucional?

De ser así, como muchos nos maliciamos, la dirección del PSOE pretendería volver, como la burra, al trigo maragalliano-zapaterista, para resucitar un Saturno que se merendó a todos sus inventores, dejando tras de sí frustraciones y derrotas. Y todo ello, ¿solo para intentar encajar al PSC dentro del PSOE?

Antes de tomar una decisión tan arriesgada, a la dirección del PSOE le convendría echar una ojeada sobre la marcha electoral del PSC a partir de que Maragall entró en la liza autonómica con sus ideas geniales:

Año 1999, Maragall: 1.183.000 votos y 53 diputados.

Año 2003, Maragall: 1.026.000 votos y 42 diputados (primer tripartito).

Año 2006, Montilla: 790.000 votos y 37 diputados (segundo tripartito).

Año 2010, Montilla: 575.000 votos y 28 diputados.

En 2012, Pere Navarro: 524.000 votos y 20 diputados.

En pocas palabras: desde que empezó este baile, el PSC ha perdido 33 diputados, el 62% de los que tuvo en 1999, y 669.000 votos, el 56,5% de los que obtuvo antes de que empezara la yenka estatutaria. Al PSC, que siempre nutrió gran parte de sus urnas con votos de gente de origen inmigrante, le ha resultado letal subirse al carro identitario. Una actitud, la del PSC, que no se entiende en el resto de España, pero que tampoco se entiende en Cataluña. Las encuestas de opinión -y las urnas- lo han dejado meridianamente claro: cuanto más nacionalista se hace el PSC menos votos saca.

Y uno se sigue preguntando: ¿Merece la pena resucitar ahora el disparate de la política territorial maragall-zapaterista solo para darles gusto a los socialistas catalanes en su deriva suicida?

Mucho más razonable sería olvidarse de las cuitas del PSC y poner pie en pared, dentro y fuera de Cataluña, para colocar ante los partidos separatistas el letrero que Dante imaginó en la entrada del Averno: fuera de la ley, perded toda esperanza".