¿Por qué las administraciones españolas anuncian dos o tres veces que van a tomar medidas para luchar contra la expansión del coronavirus antes de aplicarlas? No se entiende que, dada la preocupación que cunde entre los ciudadanos por las consecuencias del Covid-19, quienes tienen la obligación de adoptar decisiones sean tan timoratos y mantengan a la población en esa tierra de nadie que transcurre entre que se lanza el globo sonda y se hace efectiva, o no, la decisión.

La crisis del Gobierno de la Comunidad Autónoma de Madrid y el Gobierno central solo se puede entender desde esa perspectiva. Isabel Díaz Ayuso sabe que Salvador Illa y Pedro Sánchez sudan la gota gorda y hacen cábalas antes de dictar resoluciones que pueden tener repercusiones políticas. Hace siete meses no daríamos crédito a lo que estamos viendo, una crisis tan seria como ridícula a propósito de la profilaxis que se debe aplicar en el territorio con más infecciones del país.

Es verdad que en países como Estados Unidos, Gran Bretaña o Brasil se producen enfrentamientos incluso más groseros que los nuestros , pero no parece que sean ejemplos a seguir. Sobre todo porque allí la pandemia es una víctima más del extremismo que domina la política, un escenario del que deberíamos huir.

Los medios de comunicación tampoco tendríamos que dedicar demasiado tiempo ni espacio a criticar las contradicciones de las administraciones en la lucha contra el virus a lo largo de estos meses. Todo el mundo se ha equivocado. La eminencia mundial que es el Instituto Robert Kock descalificó el uso de las mascarillas en un primer momento. De hecho, estamos viendo cómo países que aparecían modelos a imitar sufren ahora estadísticas tan nefastas como las nuestras. La única conclusión posible es que se sabe muy poco. Y la receta, desde todos los puntos de vista, es la prudencia.

Además de infantil y ridículo, es inadmisible que las distintas administraciones territoriales sigan empeñadas en las comparaciones, un vicio que solo lleva a la frustración. Alberto Núñez Feijóo, la esperanza blanca del PP, cometió un grave error anunciando unos controles sobre los viajeros procedentes de Lleida –ignoro si alguna vez se aplicaron-- a principios del verano. Y qué decir de las invectivas de Díaz Ayuso contra Navarra y, sobre todo, Cataluña. Es imposible olvidar en ese ranking de patetismos las acusaciones sobre el uso del color amarillo en la cartelería de la lucha contra la pandemia, los millones de mascarillas destinadas a Cataluña o el empeño en llevar la contraria a cualquier decisión de la Moncloa en la reclusión, la nueva normalidad –represa-- a cargo de esos iluminados que nos gobiernan desde la Generalitat. Algunos de ellos, afortunadamente, ya han desparecido del panorama. (Y nadie les echa en falta).

[Señor gestor, deje de criticar al vecino –que sabe tanto como usted--, y tome sus decisiones de forma clara, aunque se equivoque. Que todo el mundo le entienda. Y asuma sus responsabilidades ante unos ciudadanos que, aunque le hayan votado, probablemente no son tan estúpidos como cree.]