La publicidad es uno de los ámbitos de la comunicación cuya valoración más controversia provocan, cuestión que se ha aprovechado a lo largo de los tiempos para generar más negocio --véase la última campaña de las hamburguesas Vicio--. Pero el Ministerio de Igualdad, liderado por Irene Montero, parece que obvia esta última parte de la ecuación con las campañas que lanza para promover, precisamente, la igualdad.

Metió la pata hasta el fondo (y algo más) con el cartel El verano también es nuestro en el que reivindicaba algo tan necesario como la validez de todos los cuerpos más allá de los estereotipos que creó de la mano del Instituto de la Mujer. Cargado de buenas intenciones, para promocionar la diversidad se usaron imágenes de modelos sin permiso, se retocaron para esconder algunas diversidades y potenciar otras y se eligió una tipografía por la que no tenían licencia de uso (vamos, que no pagaron).

Al ministerio se le puede achacar su falta de control sobre el anuncio. No se ha repetido con la campaña El hombre blandengue, otra promoción que consigue generar malestar incluso entre el colectivo feminista. Está otra vez cargada de buenas intenciones, pero para lanzar un mensaje pretendidamente positivo insiste en reproducir un estereotipo sexista.

El anuncio culmina con el claim de que “cada día somos más hombres blandengues construyendo una masculinidad más sana, más fuerte”. ¿Qué tal si superamos ya la etiqueta de blandengue? Porque la campaña los sigue señalando como blandengues por ocuparse de sus hijos, comprar la comida o atender las necesidades de sus mayores. Vamos, por ser adultos funcionales.  

Quizá un avance firme para la igualdad sea dejar de reivindicar la nueva masculinidad y decir alto y claro que hacer la compra es una condición del ser humano adulto que no quiere morir de inanición, sea cual sea su sexo.

En cuanto a recuperar una entrevista de 1984 de El Fary en la que José Luis Cantero se muestra abiertamente machista y sexista --sin medias tintas--, no parece nada extraordinario porque ningún medio público aceptaría en 2022 (o no debería aceptar) un discurso como el que mantuvo el autor hace 38 años. Dice mucho de nuestra sociedad que en cuatro décadas nos chirríe a una inmensa mayoría, aunque quede mucho trabajo por hacer.

Aunque si hablamos de publicidad institucional a favor de una pretendida igualdad que descarrila, atención a la que también ha presentado esta semana la Comunidad de Madrid, liderada por Isabel Díaz Ayuso. La agresión sexual que no te esperas está aquí dentro, advierte junto a un vaso de un chupito. La mejor imagen que han encontrado para alertar a las féminas de que la sumisión química existe y que, de hecho, prolifera en los últimos tiempos.

Es decir, les traslada la culpa de que sufran violencia por haber consumido alcohol que un tercero quizá ha alterado. O quizá no, porque pedir un cubata en una discoteca es una ruleta rusa según la publicidad y depende de que tú vigiles el vaso, no de que se tomen medidas contra las personas que optan por drogar a mujeres antes de agredirlas.

La norma básica de la publicidad es que Para gustos, colores, pero ¿tanto cuesta centrarse en lo que en verdad uno quiere reivindicar?

PD. En cuanto a la réplica de la ministra Montero que ha levantado polvareda sobre su presunto apoyo a que un menor mantenga una relación con un adulto si así lo desea, me gustaría recomendar a todo el mundo El consentimiento de Vanessa Springora (Ed. Lumen).