Un día. Dos noticias de calado, cada una en su ámbito y su sector.
La primera, el nuevo plan estratégico de la Telefónica de Marc Murtra, es muestra de ambición, de querer avanzar, de pretender mejorar el mundo en el que vivimos.
La segunda, la última ocurrencia de los Comuns en materia de vivienda, es la decadencia, la búsqueda de la igualdad por medio del empobrecimiento.
Murtra, como han podido leer estos días en estas mismas páginas, ha agitado Telefónica, una empresa capital que andaba adormecida. El conformismo termina en retroceso.
El ejecutivo ha despertado a la multinacional, ha reorientado el negocio, ha prescindido de los lastres y ha presentado una mirada ganadora a medio plazo. Ya lo hizo en Indra.
Telefónica, centenaria empresa española, debe liderar el sector mundial. Es el gran objetivo de Murtra. Y que sirva de ejemplo para otras empresas y para esta sociedad cainita.
Sin embargo, esta manera de entender el mundo choca frontalmente con una parte significativa de la política, esa que gobierna o quiere hacerlo a golpe de multa y restricción.
Es el caso de los Comuns en Cataluña. Los morados, estancados y en ligero retroceso, se agarran a la ubre de la vivienda como la gran salvación.
Sus soluciones, no obstante, solo son en negativo. Ahora quieren limitar la compra de viviendas a una por persona y municipio (un máximo de dos si están en dos pueblos).
Podrían, por ejemplo, proponer medidas para incentivar que los multipropietarios alquilen sus posesiones. O dificultar la okupación y la inquiokupación.
Nada de eso. Abogan por prohibir. El asunto de la vivienda es tan dramático como poliédrico y complejo. Reducirlo a eso es populista y vago. Y pone, de nuevo, al particular en la diana.
Son los dos mundos. El del crecimiento y el del empobrecimiento. El del esfuerzo y el del conformismo. Ninguno es posiblemente justo.
Debemos estar de acuerdo en que no hay que dejar a nadie que lo necesite atrás, pero hay que ser más imaginativo y original a la hora de hallar soluciones. En los grises radica el éxito.