"Elevación moral de intenciones o propósitos". Es la definición que la Real Academia Española reserva para la expresión "altura de miras", que es el encargo que el president de la Generalitat ha puesto a los socios que deben sostener la primera legislatura de la Cataluña posprocés.
Porque el Parlament pone deberes al Govern, pero el Govern también puede ponerle deberes al Parlament. Y el Debate de Política General que la Cámara catalana ha acogido a lo largo de tres intensas jornadas ha puesto a todo el mundo en su sitio.
La cuestión apela a todos, pero casi todos saltan del barco. Una lástima que estas sean las maneras que hoy imperan en la política, aunque toque agradecer que el salón de plenos sito en el Parc de la Ciutadella reste ajeno al gallinero en el que el Congreso de los Diputados se ha convertido de un tiempo a esta parte.
A tres semanas de Halloween y la castanyada, Junts se ha disfrazado de Timbaler del Bruc constipado, alertando de algo que nunca llega ni se le espera, como es que fuerce la caída del presidente de la Generalitat, Salvador Illa, impasible a sus chantajes, o el del Gobierno, Pedro Sánchez, con quien mantiene una relación de necesidad pura y dura para no caer en la indiferencia.
El Partido Popular tampoco supera el procesismo, demonizando cualquier ecuación con el mundo indepe, y está cómodo estancado en la lógica de Génova, predicando lo radicalmente opuesto a los socialistas. Vox, Aliança Catalana y CUP se limitan a escupir su mitin cada vez que salen al atril.
Los únicos que se mantienen en el plano de la utilidad son los mismos que, sin embargo, bloquean que se produzca siquiera el debate para que haya presupuestos el 1 de enero. Es cuestión de tiempo que ceda el muro de los comunes; hoy tan solo lo apuntalan las gesticulaciones forzadas de Jéssica Albiach y David Cid.
Con los republicanos, la sombra de la incógnita es más intensa. Serán los cálculos electoralistas los que determinen si siguen escudándose en la financiación singular, aunque su calendario no conjugue con los tempos en los que se mueve la Cataluña real.
Exigen cortoplacismo para dar salida a sus exigencias más inmediatas, y porque "quien espera, desespera", que dijo la portavoz de ERC, Esther Capella. Quizá olviden que, en poco más de dos meses, hará tres años que las instituciones gobiernan sin presupuestos, lo que convierte en imperiosa la actualización de las cuentas.
Para acabar, un apunte. La palabra "vivienda" (y sus derivadas, como el plural "viviendas" o el sinónimo "pisos") fue pronunciada más de 140 veces en el debate entre los grupos parlamentarios del miércoles; "referéndum" e "independencia" no llegan a 15. Qué bien le sienta al Parlament la lejanía del 2017 y qué lástima que la prioridad olvidada haya sido esta.
