Nos hemos centrado tanto en combatir a Vox que, al final, se nos ha colado por detrás Aliança Catalana. Casi sin enterarnos.

Según el último barómetro del CEO, los de Sílvia Orriols podrían quintuplicar sus resultados en el Parlament y pasar de los dos diputados actuales a 10 u 11, a tiro de piedra del partido liderado por Ignacio Garriga en Cataluña.

Mientras la mayoría apuntábamos a Vox como sinónimo del mal absoluto, Aliança va camino de consolidarse sin grandes editoriales, manifestaciones, ni pancartas que se le opongan.

Y todo ello a pesar de que Aliança es una suerte de Vox con el pack extra del independentismo radical, aquel que añade al discurso de que “los inmigrantes nos invaden” el de que “España nos roba”.

O, quizás, su crecimiento silencioso se ha debido precisamente a ello. Como si la xenofobia, el racismo y el supremacismo fueran más tolerables si vienen envueltos en esteladas y expresados en catalán normativo.

Además, con los resultados del CEO, los partidos secesionistas –si se toma la horquilla máxima– podrían recuperar la mayoría absoluta en la cámara autonómica, lo que espolearía el nacionalismo más fundamentalista. Y casi todos los analistas están convencidos de que el fenómeno Orriols todavía tiene recorrido. Así que el futuro pinta feo.

Eso sí, al menos, hay algo positivo: Aliança Catalana consigue la mayor parte de su crecimiento a costa de Junts. Y eso supone que la cosa no sea tan grave pues --al contrario de lo que ocurre entre los dirigentes del PP y los de Vox-- entre Orriols y Puigdemont, Nogueras, Castellà o Colomines no hay demasiadas diferencias.