Lo del fútbol base catalán alcanza cotas inesperadas. Cotas negativas, claro. Ayer, toda una Federación Catalana de Futbol (FCF) manipuló un auto judicial de la Audiencia Provincial de Barcelona para anunciar que "se dejaba de investigar el caso" que afecta al organismo. 

El caso no es otro que una causa por presunta falsedad documental y administración desleal que sigue un juzgado de Sabadell (Barcelona) en el que se investiga la presunta manipulación de las elecciones federativas de 2023. 

Lo cierto es que no se deja de investigar nada. Sólo se dicta la nulidad de la prórroga de la instrucción. Pese a ello, la FCF, cuya cúpula está investigada en el procedimiento, anunció que pediría el sobreseimiento de las actuaciones y que sopesaría pedir daños y perjuicios a los que han quebrado su honor. 

El lance no hay por dónde cogerlo. Todas las partes de una causa deben respetar las resoluciones y deliberaciones judiciales, y no intentar cambiar públicamente su sentido para beneficio propio. Que es lo que pasó en este caso. 

Y es que lo que ocurre en el 93 de la calle Sicilia de Barcelona, sede de la Federación, ha dejado de tener sentido hace tiempo. La ciudadanía ya se ha perdido sobre si el organismo no es limpio, o sí lo es. Su presidente ha sufrido una erosión anticipada de la reputación, que el uso intensivo de la justicia no ha ayudado a reconstruir. 

Huelga decir que el ejemplo público a los cerca de 1.200 clubes federados es nefasto. El llamado deporte base asiste atónito a un espectáculo dantesco que no tendría por qué presenciar. La Federación debe ser como un árbitro: ayudar en lo que pueda, gestionar con eficiencia y el principio de prudencia, y no molestar. 

Nada de ello se hace, o no se explica bien. La percepción es que algunos viven en el ente o a costa de él, y que lo que apenas debería ser una mera gestoría, se ha transformado en una estructura elefantiásica en la cual rigen unas formas más que cuestionables. 

Repito: puede ser una percepción errónea. Pero también puede ser razonable pensar que, al menos comunicativamente -la justicia dirá si algo más-, la FCF lo ha hecho todo mal en los últimos años. 

Se impone poner orden, fer dissabte, y reconstruir el ente desde casi la nada. Porque la distancia que media entre Sicilia, 93, y un equipo catalán de base es, ahora mismo, abismal. Y es muy injusto.