Me habían contado que Parenostre, la película de Toni Soler y Manuel Huerga sobre el caso Pujol, era un bodrio propagandístico “al más puro estilo de Leni Riefenstahl o del Nodo franquista”. Pero como no me lo podía creer (“seguro que exageras”, le dije a mi interlocutor), decidí pagar los 8,50 euros y comprobarlo yo mismo. Y me equivoqué. Mi amigo se quedó corto.
Soler y Huerga han perpetrado un chusco ejercicio de blanqueo de Pujol de lo más burdo e infame, sin la más mínima sutileza y con un nivel narrativo de un nivel de Primaria.
Parece que sí, que los independentistas tienen claro que la imagen del padre del nacionalismo catalán contemporáneo no puede quedar manchada por la sombra de la corrupción. Y se han lanzado sin complejo ni decencia a su rehabilitación.
En Parenostre, Jordi Pujol se nos presenta como un mártir de España. Un héroe cuyo único pecado fue dedicar su vida a “la reconstrucción de Cataluña”. Y las únicas sombras que admiten son las gamberradas de sus hijos, la preocupación de su padre por cuidar el futuro de la familia y algunas cosillas de CDC -como todos los partidos, insisten-.
El relato es bochornoso. Según Soler y Huerga, su caída solo responde a las maniobras de la pérfida España para castigarle por no haber ayudado a parar el procés.
Por supuesto, su detención y palizas durante el franquismo ocupan un espacio central de la película. Así como las oscuras tretas del comisario Villarejo y la traición del Rey al negarse a salvarlo.
Todos son malvados, menos Pujol. Incluso los hijos se muestran con un punto de empatía (los pobres tuvieron que buscarse la vida porque el padre estaba ausente, centrado en su labor por reconstruir Cataluña).
Las escenas con la llamada que sintió a los 10 años en la cima del Tagamanent rozan el patetismo. El peso de la responsabilidad que recome al personaje durante toda la película por salvar su legado político es cansino y exagerado (ni el pobre Pou –¿cómo te prestas a esto, Josep Maria?– es capaz de salvar la cinta).
Por supuesto, el caso Banca Catalana aparece de refilón. El 3%, aún menos. Los escritos xenófobos de Pujol de los años 50 contra los andaluces (recuerden: “un hombre destruido”, “poco hecho", "que vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual”) ni se citan. Como otras declaraciones también xenófobas de Marta Ferrusola mucho más recientes. Y tampoco hay rastro de los vínculos de Prudenci Pujol con el contrabando de divisas y la evasión de impuestos que le ayudaron a enriquecerse en plena dictadura.
Parenostre es, en definitiva, un subproducto digno de TV3 con el que Soler y Huerga tratan de redimir a un supuestamente atormentado y castigado adalid de la patria catalana moderna. Un panfleto publicitario que encima nos ha costado a los contribuyentes dos millones de euros en subvenciones.
Al menos, queda el consuelo de que la película es tan patética que en muchos momentos -sin pretenderlo- es profundamente cómica (ahí se nota la mano de Soler), y que en la enorme sala de los cines Mooby Gran Sarrià en la que la vi solo estábamos 7 espectadores.