Jordi Pujol tendrá una película, Parenostre, que relatará su caída a los infiernos, pero habrá que esperar hasta abril para poder comentarla.
Se une a la lista de documentales, libros y blanqueamientos varios para que, llegado el momento, marche en paz y reciba un gran homenaje sin reproches de nadie.
Hasta entonces, hay otros asuntos que merecen mucha mayor atención. Por ejemplo, es muy inquietante que no sabemos comer.
Es preocupante y llamativa tal afirmación en un país con tanta variedad y riqueza de alimentos y recetas. Pero el súper, la renta, la falta de tiempo y la ignorancia mandan.
El Hospital Vall d’Hebron ha tenido que abrir una unidad para tratar el incremento de casos de obesidad infantil. Uno de cada tres escolares catalanes está gordo. O muy gordo.
Más en detalle, el 14% de los menores de 17 años sufre obesidad, y el 20%, sobrepeso. Hay casos genéticos, pero muchos otros derivados del sedentarismo y la mala alimentación.
A corto plazo, en el mejor de los casos, los niños gordos solo se enfrentarán al acoso escolar; a la larga, a enfermedades cardiovasculares, dolores y trastornos varios. Y vivirán menos.
Los ingresos tienen un peso relevante en la alimentación. Está comprobado. Cuanto más pobres, más gordos. Pero también influye la cantidad de ingredientes desconocidos que tomamos.
La mitad de la dieta de los niños es ultraprocesada, basada en alimentos muy manipulados, según investigadores de la Universidad Rovira i Virgili. Eso es responsabilidad de los padres.
Esos alimentos, a menudo con un aspecto más apetecible y llamativo, desplazan a los saludables. Y llevan a la desnutrición y a las enfermedades. ¿Quién pone los límites?
Se puede comer de todo, sí, con moderación. Pero no tanta como para que los alimentos se estropeen en la nevera. Cada catalán tira de media 21 kilos de comida al año.
Lo dice el Departamento de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación. Con esas cifras (63 kilos por hogar y año) se podría alimentar durante un año a 275.000 personas.
Insuficiente para alimentar a toda la población catalana en riesgo de pobreza (solo se cubriría el 14%), pero el dato es igualmente impactante. En resumen, ¡qué mal lo hacemos!