Con la pérdida del fundador de Mango decimos adiós a un hombre diferente y a un empresario único. Isak Andic deja un imperio multinacional con un valor de varios miles de millones, pero sobre todo lo que ese hombre de negocios atesoró en sus 71 años destaca un legado inmaterial, una herencia intangible de incalculable valor.
Andik fue el catalán de adopción que recuperó la industria textil de la región. Cuando todos abandonaron ese sector, el emprendedor de origen turco se empecinó en dedicarse al mundo de la moda y desde España construir una red de distribución de prendas de confección que hizo fortuna en las millas de oro de las mayores ciudades del mundo. Solo otro visionario como el gallego Amancio Ortega (Inditex) andaba en esas lides cuando todos los patronos históricos del sector recogían sus bártulos.
La principal fórmula de su éxito no fue otra que el trabajo incansable desde recién llegado a Barcelona con apenas 18 años. Andic demostró que existe una manera original de administrar la logística, la producción, el márketing y el diseño de producto. Que algunos negocios no tienen fronteras, ni tan siquiera patria.
Esa hiperactividad le llevó a no pocas aventuras inversoras: en el sector inmobiliario y hasta en el financiero. Andik fue un instante el primer accionista individual del Banco Sabadell con un 7% del capital. Aquella operación tuvo lugar en el epicentro de la última gran crisis. Le costó unos 600 millones en pérdidas, pero su patrimonio alcanzaba un tamaño de tal magnitud que el quebranto apenas fue un cosquilleo para sus balances.
El accidente que le ha segado la vida interrumpe una carrera permanente. Sin ir más lejos, el industrial fallecido y su consejero delegado, Toni Ruiz, comían este pasado jueves en el Palau de la Generalitat con el presidente, Salvador Illa, y su consejero de Empresa, Miquel Sàmper. Nada especial, pura rutina. Trabajo para los dos empresarios, conexión con el mundo de la empresa para los políticos. Sin más.
Quienes destacan que Isak Andic seguía trabajando a sus 71 años orillan que el hombre de negocios intentó vivir la vida mucho más joven. En 2012 delegó la gestión del grupo empresarial en el primogénito de sus tres hijos. Designó presidente adjunto a Jonathan, quien tomó los controles de la textil. En 2016, Andic se vio obligado a regresar y fichó a Toni Ruiz, como primer ejecutivo.
Ese tiempo llevó al fallecido a recorrer muchos puertos. No en sentido metafórico. Andic decidió dar la vuelta al planeta a bordo de su velero Nirvana Formentera, que con sus 53,8 metros de eslora es el más grande y envidiado barco privado de bandera española. El de Emilio Cuatrecasas tiene 30 metros. Aquella aventura de rico fue interrumpida por la realidad más indiscutible. Los números de Mango dejaron de funcionar con su sucesor y heredero al mando y se obligó a cancelar su proyecto de navegante para recuperar el timón en el puente de mando del holding empresarial.
Entre grandes éxitos y pequeños fracasos ha transcurrido una intensa vida interrumpida por el infortunio de un accidente de montaña. Un pie mal situado, un desliz y la carrera de Andic se truncó de repente en una matinal de sábado que debía concluir la jornada con su participación en un acto gastronómico solidario con Valencia junto a los más reputados chefs del país.
El constructor de ese conglomerado es un hombre que inmigró a Cataluña muy joven y se convirtió en un barcelonés más. Tuvo el barco más grande y fue durante un largo tiempo el mejor partido de la Ciudad Condal cuando, divorciado de su esposa, pasó un tiempo en el que toda la burguesía catalana intentaba aproximarle candidatas a acompañante. Al final se unió a Estefanía Knuth, golfista profesional de 51 años con la que llevaba seis años juntos y dos desde que se esposaron en un enlace muy secreto y discreto. Knuth, también procedente de un linaje familiar de alto copete empresarial, había sido la esposa de Gonzalo Rodés, uno de los descendientes del patricio barcelonés Leopoldo Rodés.
Sobrevivió en silencio a los nacionalismos identitarios que fueron sus coetáneos. Solo se recuerda su poco exitosa colaboración con Artur Mas para atraer al también sefardí Sheldon Adelson a los negocios catalanes.
El creador de Mango se convirtió en un modelo de integración, capaz de cimentar un imperio cuando todos los empresarios catalanes del sector textil huían aterrados de una industria que protagonizó la economía catalana del último siglo.
Quizá en su obra resida una aproximación real a la esencia del empresario catalán y el verdadero legado de industrial. Trabajo duro, emprendimiento, valentía, distancia relativa con el mundo político y mucha, enorme, vitalidad. Poco que ver con algunos de esos industriales pasados al nacionalismo que no hacían otra cosa que supurar sus envidias por la enorme longitud de la eslora del barco de Andic.