A menudo se pide que los personajes públicos (ya sea un escritor, un futbolista, un reputado médico) se pronuncien sobre asuntos de actualidad, sobre los problemas sociales.

Se espera de ellos que se mojen, que digan lo que piensan. Pero, al parecer, solo nos los tomamos en serio si expresan lo que esperamos oír (el discurso oficial).

Así ocurre, por ejemplo, en el mundo del deporte. Salvo que te llames Pau Gasol, Rafa Nadal o Andrés Iniesta (personas, por otra parte, con gran sentido común), que entonces puedes decir lo que piensas sin cortapisas, salirte de la línea te sentencia al paredón.

Es lo que está ocurriendo con el futbolista del Eldense alicantino Ale Bernal, que ha mostrado su indignación por la gestión del drama de la DANA en Valencia y por varias cosas que no le cuadran del discurso propagandístico político.

Es verdad que Bernal, en X, mezcla churras con merinas, y que sus palabras son fruto del calentón y la indignación. Seguro que algunas cosas de las que dice no las ha contrastado, ¡pero es que los que piensan lo contrario, tampoco!

En su tuit, el sevillano le pide al Rey que saque a España de la controvertida Agenda 2030. Eso, para empezar. Pero sigue contra todo lo establecido y contra todos los que lo defienden. Acusa, se supone que a los políticos, de “manipular” a la sociedad, de demoler presas y de crear tormentas para justificar su discurso con el cambio climático.

También afirma que las políticas actuales van encaminadas a atacar a la familia, a nuestra religión, a los agricultores y a promover “vacunas mortíferas”. Porque, añade, lo que se busca es “reducir la población”.

Además, declara que el sistema incita la “inmigración ilegal”, y todo va encaminado a buscar el “caos” y enfrentar a los ciudadanos. No es algo local, aclara; es global.

Algunas de las cosas que dice son evidentes, aunque algunos quieran negarlo; otras, carecen de fundamento. Pero quienes se le echan al cuello defendiendo lo opuesto y ladran de oídas, sin base alguna, tengan o no razón, tampoco están documentados para rebatir nada y se limitan al insulto y la descalificación.

Sea como sea, con más o menos estudios (desconozco si tiene alguna formación académica), Bernal se lo cuestiona todo y lo hace público. Y eso tiene su precio.

Aparte de los amables comentarios que ha recibido en las redes, casi todas las informaciones sobre sus palabras van tituladas con “polémica”, “opinión controvertida” y “teorías de la conspiración”. No ocurre lo mismo con otros.

Me refiero a los futbolistas de izquierdas, que parece que sean los únicos con derecho a hablar, aunque en su momento incluso justificaran el terrorismo de ETA.

Cuando Borja Iglesias se pinta las uñas o llama a votar a los autodenominados partidos de izquierdas porque viene la malísima derecha, o cuando Héctor Bellerín dice que las futbolistas deberían cobrar lo mismo que los futbolistas, nadie en público les cuestiona nada. Porque es el discurso que hay que vender. Y a callar.