Dicen que lo dijo él, pero parece que el origen de la frase “estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros” es muy anterior al genial Groucho Marx y apareció, con alguna variación, en un periódico de Nueva Zelanda en 1873. Pero fuera quien fuera su autor, es la expresión de cabecera de la clase política actual. Lástima que no sea en clave humorística, como se le atribuye al bigotudo cómico, sino dramática para la sociedad.

Casi nadie tiene palabra. Y pretenden que nos fiemos de ellos para gestionar los tributos. Sobre todo ahora, que pueden malversar sin castigo, siempre que el dinero no termine en sus bolsillos. Qué más da. Toca resignarse, porque casi ninguno ofrece un proyecto esperanzador, todo son rebuznos. El ciudadano olvida rápido, en especial si se trata de evitar que el enemigo llegue al poder. Que viene el lobo.

Desde luego, la volubilidad es la característica más destacada de nuestros políticos. Llámenlo volubilidad, inconsistencia, cambio de opinión, mentira… pero no lo llamen rectificar, que eso es de sabios. Lo suyo es desdecirse; donde dije digo, digo Diego. Oportunismo puro y duro por intereses personales vestidos del salvavidas de la democracia, como acaba de ocurrir en Cataluña.

Cataluña es solo el reflejo de lo mal que anda Occidente. Salvador Illa alcanzará la Generalitat tras concederle al nacionalismo todo lo que ha pedido y algo más, que viene a ser lo mismo que los socialistas negaban que iban a entregarle: indultos, amnistía, concierto económico, una consejería lingüística… Vamos, que una cosa es cambiar de opinión en alguna cuestión por convencimiento y otra, el numerito de PSC y PSOE.

Pero no solo ellos. Qué decir de ERC, que va a investir al “candidato del 155”, o de las juventudes republicanas, aquellas que, hace nada, “inhabilitaron” a Illa como president, pero que finalmente le darán su sí porque más vale atarlo en corto ahora que volver a las urnas y a saber lo que deparan los resultados. Agarrarse al carguito como sea. Vemos que las nuevas generaciones políticas suben bien enseñadas. No anima demasiado.

A todo esto, Puigdemont prepara su última gran obra: el regreso con previsible detención y encarcelamiento como intento de reventar la investidura de Illa. Si de verdad quiere montar un espectáculo digno de pasar a la historia, lo que ha de hacer es disfrazar a cientos de personas como si fueran él, y cruzar todos juntos la frontera. Un buscando a Wally a la catalana. A ver si dan con él o detienen, por error, al cómico Joaquín Reyes, que casi termina arrestado en una ocasión por vestirse de expresident. De modo parecido actuó el informático en la Casa de la República, Valtònyc, cuando, para huir de España, logró que decenas de personas comprasen billetes de avión a su nombre a distintos destinos.

Tomen asiento, que Cataluña entra en una nueva etapa, y lo hará por la puerta grande.