El inicio de las vacaciones para media Cataluña ha coincidido con el desbloqueo de las mayorías necesarias para que Salvador Illa se convierta en el próximo presidente de la Generalitat. Y lo hará, 14 años después, con una suerte de reedición del tripartito, aunque con un gobierno socialista al que no sería extraño que se le unieran republicanos y/o comunes a medio plazo.
La carta divulgada por Carles Puigdemont este sábado solo es otra evidencia del cambio del ciclo político en el territorio. El mandato de Pere Aragonès ya significó la coda del procés, el inicio de una nueva etapa que quedará patente en el pleno de investidura que se planifica para la semana que está a punto de empezar. El primer secretario del PSC ya ha comunicado al presidente del Parlament, Josep Rull, que cuenta con los apoyos necesarios para superar la investidura y el reloj está en marcha.
El líder de Junts fugado forzará su detención para intentar dinamitar los pactos cerrados. Es el último cartucho de su estrategia de caos permanente que, de entrada, puede dilatar los tiempos en el Parlament. Incluso la líder de los Comunes, Jéssica Albiach, cuyos votos son indispensables en el camino de Illa hacia la Generalitat, aseguró que “no pasaba nada” por aplazar un poco el pleno de investidura si Puigdemont entra finalmente en la cárcel.
Junts, que ya se ha reivindicado como el único partido de independentistas puro tras el pacto entre ERC y PSC --otro intento a la desesperada de marcar distancias con Aliança Catalana, la formación ultra e indepe liderada por una Sílvia Orriols en plena expansión--, es consciente de que necesita activar los complejos de un solo diputado de ERC para bloquear la llamada mayoría de izquierda. En esto centra su empeño, con apoyos más o menos exitosos de sus allegados y afines.
En este grupo merece una mención especial los que se dedican a, directamente, amenazar a los 20 diputados de ERC para intentar que no cumplan con el mandato de las bases de la formación. Los mismos que, desde el sofá de su casa, dan lecciones de democracia a un grupo de personas que han aunado los votos suficientes para entrar en el Parlament. Los republicanos están acostumbrados al pressing de Junts, la presidencia de Aragonès fue el gran ejemplo de ello, y ahora les toca aguantar un chaparrón magno.
Pero, más pronto que tarde, el mandato del resultado electoral de mayo en Cataluña se impondrá. Illa será president y tendrá que presentar su gobierno. El equipo con el que deberá ejecutar los acuerdos rubricados tanto con ERC como con los Comunes, pactos que no solo han sido difíciles de digerir por las bases y los votantes republicanos. El presidente del Círculo de Economía, Jaume Guardiola, le tiende la mano en la entrevista que Crónica Global publica este domingo para forjar una “alianza múltiple” con otros liderazgos sociales y económicos catalanes para impulsar sin dilación los cambios que están en el tintero en el territorio desde hace demasiado tiempo.
El mundo económico catalán clama por el cambio de modelo productivo que hace tanto que está pendiente; y recuerda que, hasta la fecha, los socialistas habían apoyado tesis como la necesidad de apostar por una ampliación del aeropuerto de El Prat con todas las precauciones que sean necesarias. Este será el gran reto de Illa, ver cómo conjuga todas las expectativas con unos pactos para el mandato --sobre el papel, parece que trascienden los de una simple votación de investidura-- que añaden complejidad en ciertas políticas. Como, por ejemplo, en el capítulo de vivienda.
Los catalanes marcaron un cambio de ciclo político en las urnas hace dos meses. Más allá de pataletas derivadas de una falta de asunción de que el contexto político ha cambiado, queda conocer de qué irá el nuevo mandato. Se espera mucho de Illa, quedará escuchar el discurso de investidura para ver hasta dónde llegará.