Cataluña arrancó julio con lluvias intensas, granizo y tormentas que activaron el aviso naranja del Meteocat. Un temporal de riesgo para la población que, no obstante, resultó sin grandes pérdidas. Pero hay otro fenómeno, político y no metereológico, que sobrevuela la comunidad este mes de verano: la alerta amarilla de ERC, con Marta Rovira exigiendo un preacuerdo de investidura a finales de julio. En este frente, las pérdidas para los catalanes pueden ser notables.
Cataluña ha perdido una década para afrontar los retos del futuro, modernizar la economía, desplegar infraestructuras y mejorar servicios públicos como la sanidad y la educación. Y no ha sido cosa de la pandemia ni de una grave crisis como la del 2008, sino de un procés hacia ninguna parte más allá de intereses personales y partidistas.
El 12M, los catalanes fueron a votar y las urnas no dejaron lugar a dudas: los partidos independentistas perdieron la mayoría por primera vez, y el PSC ganó las elecciones en votos y escaños. 42 escaños suficientes para que Salvador Illa apelase a la responsabilidad frente al bloqueo y que, no obstante, no han evitado una cierta generosidad del PSC para con ERC: el partido que se hundió en 20 escaños después de haber gobernado en solitario gracias a la también benevolencia de socialistas y Comunes.
La misma generosidad y benevolencia del presidente Sánchez, que desde las elecciones puso en valor el compromiso y liderazgo de ERC en cuestiones como la amnistía y los indultos y que, ayer, también agradeció que, gracias a sus votos, España ha podido avanzar en políticas progresistas.
En definitiva, entre el palo y la zanahoria, los socialistas han optado por la segunda para acercar a ERC hacia el único desenlace posible: el voto a favor de la investidura de Illa para que Cataluña pueda avanzar y no se despeñe hacia la extrema derecha en unas nuevas elecciones en octubre.
Nuevas elecciones que, por otra parte, no evitarían que Illa y Puigdemont volvieran a llevarse el oro y la plata, mientras que el bronce podría acabar en manos de Alejandro Fernández en lugar de Marta Rovira, Oriol Junqueras o quién sabe qué candidato dispuesto a convertirse en mártir.
Si Marta Rovira no va de farol, julio puede ser el principio del fin de ese camino a ninguna parte. Pero hay otras amenazas más allá de las estrategias de póker de la secretaria general de ERC: la tormenta republicana que se divisaba para noviembre, pero que ya ha provocado que los catalanes abran sus paraguas.