Sin Govern, organicémonos. Esta parece haber sido la máxima que ha guiado el Hospital Clínic Barcelona, que, a menudo muy criticado con razón por otros motivos, este año ha logrado una machada: atraer al 10% de los mejores médicos internos residentes (MIR) de España y el 50% de toda Cataluña. Por delante de otros grandes hospitales como Vall d'Hebron.
Se trata de un hito logrado a base de méritos propios --y algún demérito ajeno--, pero que aflora una tendencia: en Cataluña, a falta de un Ejecutivo que lidere, acompañe e impulse, la sociedad económica y civil es capaz de tender a la excelencia. Tras más de una década de foco situado en el mismo tema, la autonomía comienza a ver brotes verdes en otros sectores. Y dichos tallos no son producto del regadío de la Generalitat de Cataluña, sino que parten de la iniciativa empresarial, de la social y de la ciudadana.
Es lo que pasó, por ejemplo, con la Copa América de vela, atraída a Barcelona casi única y exclusivamente por el esfuerzo empresarial de varios patronos y por un nombre: el del navegante Guillermo Altadill. Las fuerzas vivas se organizaron en mitad de la trifulca política y lograron una aportación positiva para la capital catalana. Eso sí, después, todos los políticos --la exalcaldesa Ada Colau incluida-- corrieron a hacerse la foto con la Copa de las Cien Guineas.
Después de década y cuarto de trifulca política, muchos estamentos en Cataluña han abogado por la autoorganización. Si el Govern no resuelve, hagámoslo nosotros, parecen haber dicho. Ante una Generalitat de Cataluña prácticamente inoperante y que crea más problemas de los que soluciona, parte del tejido productivo y civil se ha conjurado en nodos de decisión ejecutivos.
El Clínic --repito, criticado, y con razón, por otros motivos-- ha sido uno de ellos. Es una historia de éxito, y las cifras del MIR de este año son inapelables. Son indiscutibles. Gustarán más o menos, pero lo dicen todo. Y es verdad que podría haber sido el CatSalut quien coordinara el esfuerzo de atracción de los mejores MIR a Cataluña. No lo ha hecho, y ahora ha sido el sector privado --concertado, para ser más precisos-- quien se ha despegado.
De hecho, de lo poco que podía hacer el Govern --presión en los órganos colegiados de diálogo con el Ministerio de Sanidad-- no lo ha hecho: y la atracción de MIR en el campo de la medicina familiar y comunitaria al territorio ha sido desastrosa.
Lo del Clínic, y otros muchos nombres que no caben en esta columna, no es una solución estructural. Lo ideal sería una sociedad civil y económica vivas, y un Govern que facilitara y acompañara. Pero qué duda cabe de que sirve de consuelo parcial. Si en el lado montaña de la plaza Sant Jaume andan aturullados desde hace dos lustros, tranquiliza que extramuros los proyectos e iniciativas sí se pongan en marcha y funcionen, con buenos resultados.
Porque la ciudadanía lo merece.