He encontrado estos días por la red uno de esos foros multitemáticos llenos de filósofos y uno de los temas que se trataban era el de inventos que han perjudicado a la humanidad. Los foreros y los forofos no dudan en hablar de las armas, del plástico, el amianto, los móviles, las redes sociales y la internet en general. Y ese listado lleva a un par de reflexiones.

La primera es que todo invento ayuda o perjudica a la humanidad en función de quien lo tenga en sus manos. Si sus fines son buenos, optará por la primera opción; si son malos, elegirá la segunda. Incluso aquellos con los que se haga el bien, habrá personas que los vean mal empleados por cuestiones éticas y morales, y viceversa. Cada cual que saque sus conclusiones.

La segunda tiene que ver con el acceso al conocimiento. En la edad media, apenas sabían escribir clérigos, monjes y nobles. Y no todos. En civilizaciones más antiguas, estas actividades también se restringían al poder. Siempre ha sido así. Incluso hoy.

La imprenta digamos que democratizó el conocimiento impuesto, sin que ello significase la erradicación de la ignorancia. Tampoco el analfabetismo tiene por qué ser sinónimo de incultura; se puede aprender muchísimo con la simple observación, y saber mucho más que cualquier letrado. Y la internet es un buen reflejo de ello.

Internet es un gran invento, como las redes sociales. El problema es que los pueden usar (y los usan) millones de necios e ignaros. Nunca hemos tenido tanta información al alcance de la manos, pero parece que somos más bobos que en ningún momento de la historia. Sabemos leer, aunque la lectura es algo más que comprender el significado de las palabras de un texto, y sabemos escribir, aunque con infinidad de faltas –permitidas por el sistema en la etapa educativa–. 

No obstante, tenemos menos cultura general que muchos de nuestros antepasados. Y nos da igual. Nos quedamos con pasar un buen rato donde sea, siguiendo al rebaño, sin profundizar en nada, solo pendientes de banalidades. Pero la sabiduría está ahí. Es verdad que hay que buscarla, pues tampoco abunda en la red, pero como se ha hecho siempre. El que quiere saber sabe; el que quiere aprender aprende. Le costará más o menos en función de los recursos. Y le dolerá asumir que está rodeado de ignorantes. Hay cosas que nunca cambiarán.