Los catalanes han votado en las elecciones y el mandato es inequívoco: Cataluña ha de abrir una nueva etapa. Los retos sociales y económicos pendientes, los malos resultados en educación o la necesidad de nuevas infraestructuras deben ser ahora mismo la prioridad para nuestras instituciones y quienes se enreden en dimes y diretes solo seguirán cavando su fosa política.
Porque Cataluña ha vivido demasiados años paralizada por el melodrama y las estrategias de dirigentes políticos de todas las ideologías. Y la ciudadanía está cansada. No se entiende el atrevimiento de algunos líderes a leer los resultados electorales en beneficio exclusivamente personal.
Es el caso del expresident Puigdemont, que prometió que abandonaría política si no le daban los números para gobernar y ahora promete que sí, que es posible que el PSC se abstenga tras ganar las elecciones con 42 diputados y poder gobernar en minoría o con un tripartito.
También el del exvicepresident Junqueras, que tiene todo el derecho a querer jugar a los dados de la política cuando supere su inhabilitación, pero que a pocos engaña sacando un conejo de la chistera para hacernos creer que él no es responsable de la debacle de su partido y, en unos meses, poder decir que él “no estaba” cuando ERC decidió abstenerse y evitar una repetición electoral.
El problema es que los catalanes ya lo hemos visto todo y de todos. Ya no nos sorprenden los trucos de magia con aroma a 2017, sino la dignidad política de quienes asumen responsabilidades o quienes trabajan por cumplir con el interés general. Vivimos en campaña permanente, pero la ciudadanía se merece unos representantes públicos que no les tome el pelo al día siguiente de haberles castigado por, precisamente, tomarles por ingenuos durante años.
Es el fin del camino para algunos proyectos personales, personalísimos, y quien quiera alargar la ficción más allá de las europeas o del propio verano, puede hacerlo. Pero solo hará más daño a su partido. Se ha acabado el tiempo de los políticos soñadores, ahora necesitamos políticos con los ojos y los oídos abiertos para dar respuestas. Para hacer.
Junts y ERC pueden seguir bajo el yugo de Puigdemont y Junqueras. Pero ambos partidos habrían de preguntarse si los catalanes no están dejando de mirar al pasado y están más preocupados por el futuro. Hasta entonces, seguirán cavando.