Si algo ha demostrado Carles Puigdemont desde que llegó a la política autonómica es que va a por todas. Hasta sus rivales le reconocen su capacidad de tensar la cuerda al máximo y de salir ileso después, después de un sinfín de piruetas imposibles. Así lo han evidenciado los resultados de las elecciones catalanas, en los que el prófugo ha obtenido 35 escaños pasándole por delante a ERC, que sí sacrificó a sus líderes en la cárcel tras el 1-O.
Se fugó en los momentos más críticos de 2017. Un acto que algunos independentistas tildan de cobarde y otros, la mayoría, como una hazaña por la que ahora se le debe recompensar. De ahí que haya recuperado la hegemonía del independentismo que le ha dado el empujón para anunciar que se presenta a la investidura.
Puigdemont, cumpliendo con lo esperado, ha vuelto a amenazar con tambalear la legislatura de Pedro Sánchez si el PSC no se abstiene y facilita su reingreso en la Generalitat. Pero, ¿de verdad alguien se cree que va a romper con los socialistas en Madrid? No mientras su Ley de Amnistía, la que le permite su ansiado regreso triunfal a Cataluña, esté todavía en manos del Congreso de los Diputados.
Que Puigdemont vacile y amenace a Sánchez es algo a lo que ya nos tiene acostumbrados. Impostura. Empezó diciendo que con el “Estado represor” no se pactaba y le ha acabado invistiendo como presidente del Gobierno. El mismo hombre de cuyo poder depende para volver.
Las posibilidades de que su investidura salga adelante son muy limitadas. Dependerá de que ERC decida lo que quiera ser de mayor. O lo que es lo mismo, si quiere sucumbir a los deseos del que ya les ha arrebatado el liderazgo independentista o si, por el contrario, quiere ser responsable y colaborar para que Cataluña avance absteniéndose para que gobierne Salvador Illa, ganador claro de las elecciones del 12 de mayo. Sin bloquear a quien, durante estos años, no ha bloqueado.
La historia ya ha demostrado que Junts y PP tienen cosas en común. Pero que Puigdemont y el presidente de los populares también las tengan, era algo con lo que no contábamos. El líder de los neoconvergentes quiere marcarse un Feijóo presentándose a la investidura sin los apoyos necesarios para marcar perfil y agenda política. Aunque existe una diferencia palmaria: al menos el gallego ganó las elecciones. Puigdemont no ganó en 2017, ni en 2021 ni el domingo pasado.
Es cierto que, por ahora, el PSC no cuenta con el sí de ningún partido. Pero todos están de acuerdo en que ha sido el ganador de las elecciones y el que más posibilidades tiene de salir investido. Y eso puede ser suficiente. Sobre todo cuando al otro lado no hay proyecto, solo el epílogo de una historia de decepciones que debió finalizar hace mucho tiempo.