Al final va a tener razón Carles Puigdemont cuando dice que las elecciones catalanas van de él o de Pedro Sánchez. Lo que era una estrategia de polarización y voto útil independentista, menospreciando a Pere Aragonès y Salvador Illa, se ha convertido en una realidad en los primeros días oficiales de la campaña.

La carta en la que Sánchez confesaba estar “profundamente enamorado” de su mujer y se daba cinco días de reflexión se ha convertido en un agujero negro que se ha tragado todos los eslóganes, espots y carteles de campaña de los partidos catalanes.

Los candidatos indepes han entrado en pánico en los últimos días, y el PSC ha debido de hacer arreglos para suplir la ausencia del presidente en sus mítines. Pero qué duda cabe de que este giro de guion beneficia a unos más que a otros, y que los socialistas respiran más relajados que sus adversarios.

Sánchez ha vuelto a coger impulso político dejando en papel mojado las quinielas de elecciones anticipadas o cuestión de confianza, y ha retomado su manual de resistencia. Ahora, tras ser aclamado a las puertas de Ferraz, aterrizará en la campaña del PSC encendiendo los ánimos de los socialistas catalanes.

Porque Carles Puigdemont es el rockstar del independentismo, pero Pedro Sánchez se ha convertido en un rockstar mucho mayor. Son demasiadas sus vidas políticas como para pensar que, el próximo 12M, no va a absorber votos de otras fuerzas para que Illa pueda doblarle el brazo a Puigdemont.

Si Illa podrá o no ser president, y si eso no le va a complicar la gobernabilidad a Sánchez en Madrid, es otra historia. Pero que Puigdemont no será el único rockstar en subirse al escenario en estas elecciones lo tenemos claro.