Junts+Puigdemont per Catalunya quiere ser el partido atrapalotodo del independentismo: una propuesta que arraiga en la nostalgia de 2017, el año en que vivimos peligrosamente, y que se construye sobre la premisa de que el fugado no volverá a menos que tenga los números para ser investido president de la Generalitat.
Pero ¿qué posibilidades tiene de serlo cuando todas las encuestas le conceden una segunda o tercera plaza a kilómetros de distancia del PSC? ¿Se puede ser president sin un proyecto para hacer frente a la emergencia por sequía, revertir los malos resultados en educación o una mejora de la gestión de los servicios públicos? La respuesta es sí, si le echas la culpa a Madrid. Pero hay numerosos indicios de que los catalanes están cansados y, esta vez, la retórica indepe de Puigdemont podría no tener más premio que dar un sorpaso a ERC como primer partido del independentismo.
Decíamos que Puigdemont quiere ser el partido atrapalotodo del independentismo, y ahí encontramos su principal debilidad. Su cartel movilizará a una mayoría en su contra en torno a dos listas potentes, la de un Salvador Illa que ganará las elecciones y un Alejandro Fernández que reflotará el PPC tras años de vacas flacas.
Puigdemont no puede ganar y lo sabe. Por eso tiene la conciencia de que no tendrá que regresar arriesgándose a ser detenido. Por eso da sus primeros pasos en la campaña tapando agujeros para evitar fugas de voto hacia Aliança Catalana, el partido de la ultra Sílvia Orriols, alcaldesa de Ripoll. Y si no, que le pregunten por qué Junts quiere que el robo de un móvil se castigue con penas de cárcel: propuesta del partido de este último fin de semana.
O tapas agujeros o construyes una campaña ganadora para convencer a una mayoría de catalanes. No se puede levantar los brazos y lanzarte a por la victoria mientras, con el rabillo del ojo, observas los movimientos de una candidata que se presenta por primera vez a las elecciones y podría no obtener representación parlamentaria.
Si Puigdemont teme a un candidato de mayorías como Salvador Illa y a una candidata nicho como Sílvia Orriols, ¿de verdad quiere hacernos creer que camina hacia la victoria en lugar de hacia tapar agujeros? La precampaña acaba de comenzar, pero el fugado tendrá que esforzarse mucho para esconder a sus votantes esa verdad incómoda: que no regresará arriesgándose a ser detenido a menos que tenga los números para ser investido president. Y que lo tiene muy difícil para conseguirlo.