No andamos sobrados los españoles de compañías de tamaño, valor y posición de mercado reconocidas. Naturgy es una de ellas. El gigante Iberdrola es la mayor. Atrás quedaron otras del sector energético que se han diluido en los últimos años, como Endesa, fruto de los vaivenes accionariales que vivió desde los tiempos de la OPA catalana, del turolense enfurruñado y los italianos ávidos para la compra de saldos.
A diferencia de otros vecinos, como los franceses, las principales compañías energéticas se han desarrollado con normalidad y sin apelar al nacionalismo empresarial o al capital público para mantenerlas bajo obediencia o soberanía local en un sector tan regulado y estructural. Hay un mecanismo que permite al gobierno de turno controlar ofertas sobre compañías de carácter estratégico, pero en general los españolitos siempre hemos facilitado a los capitales internacionales aproximarse a los grandes grupos empresariales sin demasiadas cortapisas.
Por Naturgy, el desarrollo del sueño de aquel ingeniero catalán llamado Pere Duran Farell conducido hasta hoy por Josep Vilarasau, primero, y Salvador Gabarró e Isidro Fainé, después, hay un interés empresarial permanente. Es una gran compañía, con buenos contratos, posiciones de mercado con cierto privilegio y capacidades todavía suficientes para ser más rentable y formar parte de quinielas diversas tanto para operaciones corporativas como para desecarla y exprimirla en algunos segmentos del mercado energético.
La lleva Francisco Reynés, mallorquín, ingeniero, tozudo y hábil con la obtención de plusvalías y resultados. Su currículo es intachable en términos de cuenta de resultados. Nadie le tose la línea final ni el valor de la acción. Y la conduce con el patrocinio, la tutela y la sombra de Fainé. El hombre más poderoso de España en el mundo empresarial reforzó su posición accionarial en la compañía cuando unos canguros australianos, en forma de fondo de inversión, comenzaron a dar saltos circulares alrededor de la sociedad con intenciones jamás del todo bien explicadas. Hoy Criteria es el primer accionista y quien, en definitiva, marca el tiempo y los modos operativos a los fondos de inversión que le acompañan en el accionariado. Para España que Criteria esté como líder del accionariado de la energética es una garantía de solvencia, pero sobre todo es un segundo escudo protector ante las tentaciones del mercado por jibarizar proyectos que poseen zumo aún para extraer. Que además el tándem Fainé–Reynés sea el encargado del pilotaje es una cobertura adicional. No hay riesgo. Entonces, ¿por qué hay ruido?
La guerra de Ucrania y sus efectos sobre la economía europea retrasaron el proyecto Géminis, que Reynés y su equipo habían elaborado para el futuro. Pasaba por hacer dos Naturgy, una escisión que dividiera, grosso modo, el negocio puro con los clientes de los activos necesarios para su ejecución. Era, en síntesis, convertir Naturgy en dos compañías cotizadas con una misma estructura accionarial de partida que pudieran desarrollarse de forma autónoma y, a la vez, permitiera a los fondos de inversión que son socios tomar o perder posiciones en el capital según su conveniencia o necesidades de rentabilidad concretas.
Aquel retraso provocado por la guerra, el morro torcido del gobierno de Pedro Sánchez y la contracción de los mercados incomodó a los accionistas. Acababan de llegar los australianos y Fainé hubo de sacar la chequera para dejar claro que seguirá ejerciendo de primer accionista. Pero los fondos son insaciables. Quieren más y, si queda algo, también. Por eso llevan unas semanas agitando el debate alrededor de la compañía. Les conviene a sus gestores demostrar que están en los consejos para algo más que para dejar testimonio periódico en las actas de las reuniones. Y, en línea con las modas de management internacional corporativo, ahora piden a Naturgy que además de tener a alguien que mande, tenga un consejero delegado por si eso ayuda a acelerar la obtención de réditos cortoplacistas. Sobre el papel se trata de homologarse a la gobernanza internacional. En la práctica: Géminis siempre en el horizonte.
Le pasó a Ignacio Sánchez Galán con Ibedrola. Pues nada, allí puso un CEO. ¿Manda menos Galán? La respuesta es obvia. ¿Mandarán menos Fainé o Reynés el día que haya un CEO en Naturgy? Respondido. El problema es que para los cortesanos de los fondos el ruido ambiente es un gran aliado para facturar por motivos diversos y paralelos al negocio.
Tampoco contribuye a despejar el horizonte de Naturgy que su primer accionista, Criteria, esté liderado por un Marcelino Armenter que nunca creyó del todo en esa inversión. El ejecutivo, que se bate en retirada profesional, siempre ha defendido de manera interna una estrategia de desarrollo de esas compañías distinta a la que ha impuesto Fainé y conducido Reynés. Los mensajes entre el primer accionista y la propia compañía se contaminan en ocasiones por esas dobles velocidades. Armenter es un táctico, Fainé un estratega. Reynés, el lince ibérico.
A Javier de Jaime, de CVC, ya le conviene esperar a que Géminis regrese y Reynés ponga en marcha la máquina de ganar dinero. Tampoco GIP. No tienen prisa. Más complicada resulta la coexistencia con los canguros australianos de IFM. Con ambos socios el tiempo pasa de manera distinta, la impaciencia aflora y estadounidenses (GIP) y australianos (IFM) tienen la sensación de que Reynés solo tiene un amo y señor. Cierto. Y que pondrá un CEO, que además será suyo (Criteria tiene tres consejeros en el órgano de gobierno), y que obtendrá rentabilidad, y que Isidro seguirá mandando hasta que él lo desee por más nervios, estudios de comunicación y portadas logren arrancar a la prensa económica. Por fortuna, en Naturgy hay más gramos de nueces que ruido en su interior. Si alguien se había puesto nervioso puede relajarse. La tormenta de opinión publicada ha tenido lugar en un vaso, pero de chupito.