Una de las cosas que se le reprochan a Mariano Rajoy es su inacción tras las aciagas sesiones del 6 y 7 de septiembre de 2017 en el Parlament. Muchos defienden que, si el Gobierno hubiese activado entonces el 155, nos habríamos ahorrado mucho dolor posterior.
Yo no estoy de acuerdo con ese planteamiento. A mí me parece que la desidia de Rajoy tuvo un efecto positivo no buscado: la demostración de la fortaleza del Estado mediante la ejemplar actuación policial del 1-O bajo mandato judicial y las posteriores condenas de los cabecillas del intento de golpe al Estado.
Lo que sí que comparto con los más críticos con el expresidente es que la rebelión independentista se veía venir. Y, en este sentido, no entiendo la pasividad del Gobierno ante las innumerables señales durante años de la que estaban preparando los nacionalistas.
De hecho, en 2014 ya montaron un referéndum secesionista ilegal que supuso la mayor humillación del Estado en la historia de la democracia española. Rajoy aseguró entonces que lo del 9N no había sido ningún referéndum ni ninguna consulta. Pero --y yo lo vi con mis propios ojos-- la Generalitat elaboró un censo, colocó cientos de urnas por toda Cataluña, y centenares de miles de indepes estuvieron votando todo el día sin que, sorprendentemente, nadie lo tratara de impedir.
Durante los tres años siguientes, los dirigentes nacionalistas advirtieron una y otra vez de que estaban preparando un proceso de autodeterminación. Y el Gobierno del PP se limitó a decir que no lo harían. Pero lo hicieron.
Hoy, el Govern independentista de Pere Aragonès --y sus exsocios de JxCat-- aseguran que lo volverán a hacer. De hecho, no dejan pasar oportunidad para reiterar sus advertencias, ya sea una declaración institucional o un discurso de Navidad.
De ello extraigo tres reflexiones:
1. Es evidente que la estrategia del contentamiento del presidente Sánchez ha sido un fracaso: de nada ha servido la amnistía de los líderes del procés (en forma de indultos, derogación de la sedición y abaratamiento de la malversación) porque siguen amenazando con volver a las andadas.
2. Sorprende que los que más critican el inmovilismo de Rajoy para frenar a los secesionistas antes de que fuese demasiado tarde (los que dicen que se debería haber aplicado el 155 mucho antes del 1-O) son los mismos que ahora aplauden las acciones de Sánchez que abaratan y facilitan un nuevo referéndum ilegal.
Y 3. Me parece relevante destacar que las amenazas de un nuevo procés las está lanzando el independentismo con el PSOE gobernando desde hace cuatro años y medio. Lo digo porque, luego, cuando los nacionalistas se decidan a dar un nuevo golpe, probablemente coincidiendo con un Gobierno popular, no faltará quien promueva el mito de que el secesionismo se echa al monte por culpa del PP. Pues no, las amenazas venían de antes. Y será justo recordarlo cuando todo vuelva a implosionar.