Xavier Trias puede ser el candidato de Junts per Catalunya al Ayuntamiento de Barcelona. El asunto no está aún rematado, como de hecho no hay nada claro en la política catalana. El veterano dirigente quiere que le quieran los suyos y, por supuesto, hacerse rogar además de marcar las condiciones en las que estaría dispuesto a regresar a la primera línea de la actividad municipal. Mandaría él o, de lo contrario, que sea otro quien se queme en el intento de arrebatar a Ada Colau la vara de mando.
La irrupción de Trias puede ser lo más novedoso de las elecciones municipales de mayo de 2023 en la capital catalana. El dirigente ha mantenido una prudente posición de retaguardia tras abandonar la línea de fuego. Su imagen es correcta, destila moderación y sentido común. Es, en síntesis, el reverso de un partido político que se echó al monte y no parece dispuesto a descender de las alturas radicales en el corto plazo.
A Trias le escuecen dos cosas. Una, quizá la que más pondera, es darle la vuelta a la acusación vivida en su día de ser un burgués barcelonés de los que escondía cuentas millonarias en Suiza. La acusación que sufrió jamás pudo ser probada, pero incidió de forma suficiente en los malos resultados de las elecciones de 2015. Otra, que tampoco fue menor, es que cuando en la noche electoral entregó la alcaldía a Colau se precipitó. Existían otras alternativas que podían haberle mantenido al frente del consistorio. Fue demasiado vehemente y nervioso, quizá por la sorpresa que generaron los resultados, y le entregó el poder municipal a la alcaldesa de los comunes sin disputar por la vía de los pactos de gobernación.
Con esos asuntos pendientes de resolver, la candidatura de Trias posee un especial interés. Puede resultar un antídoto al movimiento que el expresidente del Barça Sandro Rosell planea para entrar en política. Hemos percibido que, sin haber formalizado su opción, las encuestas sobre intención de voto comienzan a aflorar un resultado que roza el acceso a la casa consistorial. Trias incluso es útil para conjugar la atomización del catalanismo moderado entre Centrem y Valents. Esas formaciones disgregan una parte importante del voto de antiguos convergentes que se convierte en inútil por no alcanzar representación. Hasta, llegado el caso, una lista encabezada por Trias estará capacitada para recuperar una parte del voto de Ciudadanos y Manuel Valls, que se diluirán con bastante probabilidad.
La encuesta mensual que Metrópoli Abierta publicó ayer vuelve a dar la victoria a la ERC de Ernest Maragall (12 representantes), con Colau y el PSC de Jaume Collboni empatados justo detrás con 10 concejales cada uno. La tercera posición es para JxCat, con 5 ediles, pero la encuesta se realizó antes de que Trias dejara la puerta abierta a su regreso, cuando el partido estaba huérfano de líderes municipales en la Ciudad Condal. Maragall es otro de los eventuales perjudicados por el regreso del dirigente nacionalista. Ambos se disputarían el voto de los barceloneses que aprecian en la seniority un elemento atractivo a la hora de relacionar su voto con las canas de esos líderes.
Lo que sucederá en Barcelona en mayo próximo está demasiado subordinado a pequeños movimientos como el que Trias está próximo a realizar. En septiembre se iniciará la precampaña electoral y el único consenso de la foto fija actual es que suman más los votantes que quisieran apartar a Colau de la alcaldía de los que abogan por su permanencia. De hecho, su valoración como alcaldesa es de las peores de la historia de ese puesto político y solo una agresiva campaña de los comunes en los próximos meses puede revertir el cansancio que su modelo municipal e intransigencia política provoca entre incluso quienes les votaron en alguna ocasión.
Que Trias sea al final el candidato municipal de JxCat también resulta muy indicativo de la situación real de un partido político convulso. Se evanesció su candidata y jefa del grupo municipal Elsa Artadi. Si al final tienen que recurrir a un jubilado con buena reputación política para encabezar la lista pondrán de manifiesto que la única argamasa real de esa formación es el ejercicio del poder a cualquier coste. Para el propio Trias, en cambio, su retorno esconde el interés personal de ajustar cuentas con algunos de los que le expulsaron del escenario político y, fruto de algún pacto de gobernabilidad, ejercer la alcaldía durante un par de años. Será un corolario a una carrera algo más brillante que el mero recuerdo fugaz de su alcaldía. Una segunda vuelta, una oportunidad nueva para aclarar que algunos antiguos convergentes eran, pese a sus claroscuros políticos, más creíbles, solventes y rigurosos que la generación de Laura Borràs, Carles Puigdemont y otros que viven entre la lágrima, el lamento y la falsa victimización.