Primera estación. Oriol Junqueras odia profundamente a los socialistas catalanes. Esa animadversión y lo que todavía mangonea en su partido hacen difícil que republicanos y peseceros puedan alcanzar acuerdos serios de gobernabilidad. Aunque Salvador Illa y Pere Aragonès han pactado algunas cosas, ni en la ciudad de Barcelona, ni en la Generalitat es posible un acercamiento más allá de las buenas maneras. Por si el resentimiento del beato es insuficiente, al Tete Maragall le sigue costando horrores hablar de su antiguo partido sin vomitar. Más antipatía al capazo, por si era insuficiente.
Segunda estación. Junts per Catalunya es de todo menos un partido en el que estén todos juntos. No es un tema de pluralidad interna, sino de cainismo entre egos y líderes hiperventilados. Carles Puigdemont se monta su chiringuito pseudogubernamental e insiste en conseguir la independencia unilateral, que ya solo respaldan el 11% de catalanes. Difícil lo tiene el consejero Jaume Giró para encauzar la formación hacia los parámetros de la antigua y extinta Convergència.
Tercera estación. Vox avanza de forma inexorable en las encuestas. Entrará con probabilidad en el consistorio de Barcelona y quién sabe si en algún otro del área metropolitana. Es un fenómeno similar al francés, que aquí recibe apoyos de antiguos votantes del PP, C’s y, no se lo pierdan, de Podemos... La ultraderecha no es novedosa en Cataluña. Desde Vic se lanzó Plataforma per Catalunya, que bajo el liderazgo de Josep Anglada logró colarse en muchos consistorios y no fue hasta 2019 que se disolvió pidiendo el voto para Vox.
Cuarta estación. Ada Colau persiste en sus fijaciones y obsesiones. ¿Tendrá algo? La movilidad, con los túneles de Glòries o las obras de Via Laietana como expresión de desgobierno, convierten a Barcelona en una jaula para la circulación rodada. El concejal más sectario de Barcelona en Comú, Eloi Badia, juega al despiste: mete su bicicleta plegable en el maletero del coche oficial para dar el pego y llegar a determinados destinos a bordo de sus dos ruedas. Es la mejor metáfora de la política de ese grupo en los últimos años en la Ciudad Condal: un relato perdonavidas sin capacidad de gestión y abundancia de revanchismo ideológico. O mucha jeta, como prefieran.
Quinta estación. Los empresarios no están mejor. Elecciones, por primera vez en la historia, en el Círculo de Economía. Jaume Guardiola y Rosa Cañadas se disputarán el cargo. Continuidad y semirenovación en juego y de por medio. La ausencia de consensos lo invade todo en estos tiempos, incluidas las cobardes y ocultadas élites burguesas.
Sexta estación. La renovación de TV3 avanza lenta. Los pactos del PSC no acaban de funcionar. Junts le fastidió a los socialistas la colocación de Enric Hernàndez en la Xarxa Audiovisual Local (XAL). En la tele autonómica quieren nuevo director y nuevo jefe de informativos en TV3 y en Catalunya Ràdio. Todo por hacer, un concurso por convocar y hasta finales de mes no se consumará la salida de los actuales rectores. Mucho ruido y escasas nueces. La tele autonómica sigue siendo un arma cargada de ideología partidaria.
Séptima estación. ¿Qué fue de Ciudadanos? Los que quedan en Cataluña consumen el tiempo hasta final de mandato, pero el proyecto se ha diluido como un azucarillo. La oportunidad perdida por esa formación pasará a la historia como una de las mayores pifias de la política contemporánea. En la estructura superviviente del partido los ánimos no andan especialmente altos. Acabar, acabar cuanto antes, piensan algunos de sus miembros.
Octava estación. Cataluña perdió la fábrica de baterías de Volkswagen, que se fue a Sagunto, por la poca implicación de su administración autonómica. En la matriz de Seat, en los despachos de Martorell, se dice en voz baja que los departamentos de Economía (Giró) y Empresa (Torrent) no se ponían de acuerdo o apenas hablaban entre ellos. Mientras, los valencianos pusieron la caña y la alfombra roja al capital alemán. Los de Seat, hasta las narices de plantes en visitas reales o de uso político de la empresa, cambiaron el rumbo, la localización de la inversión.
Novena estación. Se perdió el museo Hermitage. Fueron años de pugna entre los promotores y el consistorio. Ganó Colau y disuadió a los promotores de instalarse en Barcelona. Ahora, la alcaldesa defiende con vehemencia las bondades de la Copa América de Vela. Veremos cómo sopla en viento. Con los bufidos de ella y su equipo será insuficiente para que los participantes se hagan a la mar. Esperemos, no obstante, que a los comunes no les dé por desacreditar de nuevo la figura del navegante Cristóbal Colón, por imperialista, colonizador y ves a saber cuántos defectos más... Recuerden que se trata de la "Copa América"...
Décima estación. Josep Bou (PP en Barcelona) no quiere irse y sugiere que lo inviten a tal cosa si alguien tiene interés en ello. Son las cosas que pasan cuando en la política aterrizan personas de otros ámbitos sin los hábitos de quienes llevan años sometidos a las disciplinas de partido. Espectáculo prometedor.
Décimo primera estación. Laura Borràs insiste en que le pusieron en la cruz y le martillearon clavos los malvados españolazos represores. (En Cataluña a los últimos que he visto martillear es a unos encofradores en una obra y a los cachorros de la CUP --esos niños pijos de Arran-- en la sede de Crónica Global). Pero cada vez se acerca más el momento judicial en el que la presidenta del Parlament pasará por una especie de detector de mentiras políticas. En ERC no la apoya nadie y sólo su amigo del alma y expresidente Quim Torra pone las manos en el fuego por la política que troceaba contratos y los otorgaba a un viejo conocido.
Décimo segunda estación. Jesús muere en la cruz. Es como se encuentra la defensa del independentismo en términos de opinión pública. Por más ruido que los nacionalistas provoquen, las encuestas del Centro de Estudios y Opinión (CEO) de la Generalitat son categóricas. La pulsión secesionista ha durado un poco más que algunos telediarios.
Décimo tercera estación. Por qué narices algunos alcaldes metropolitanos no salen del caparazón de caracol en el que viven y empiezan a mostrar la existencia de una política próxima a la buena gestión de los intereses ciudadanos, sin ruido y sin alharacas fatuas. Tejedor (El Prat), Balmon (Cornellà), Marín (L’Hospitalet) lo hacen bien desde hace tiempo, pero siempre esconden su actuación en las siglas de sus partidos o en la sigilosa búsqueda de confortabilidad política. Los alcaldes son los políticos más eficaces y menos reconocidos. Un poco de testosterona no iría mal.
Décimo cuarta estación. El turismo pasa de políticos y políticas. Cataluña se llenará en una semana que supone la verdadera recuperación de un sector maltratado por la pandemia. A los ciudadanos que han decidido viajar por sus destinos, consumir y recuperar la antigua normalidad hay que darles ánimo y agradecerles su gesto. Pese a los malos augurios de nuestras economías en una perspectiva macro, siempre se puede incidir en lo microeconómico. Hay una generación que merece regresar a la cotidianeidad del progreso y el confort del estado del bienestar.
A todos los que se han tragado este singular vía crucis, feliz Semana Santa. Que la descansen.